Barley utiliza las armas del humor para asomarse de manera más humana a la ventana del mundo.
«Una extraña sensación de distanciamiento se apodera de uno, no porque las cosas hayan cambiado sino porque uno ya no las ve naturales o normales». «Ser inglés le parece a uno igual de ficticio que ser dowayo»
Escribe Nigel Barley en uno de sus libros, un antropólogo con agudo humor irónico británico capaz de combinar un estudio riguroso con anécdotas de sus relatos de viajes. Es el conocido antropólogo inocente.
Pero también de “Una plaga de orugas: el antropólogo inocente regresa a la aldea africana.”, “No es un deporte de riesgo” y la más reciente “Bailando sobre la tumba: encuentros con la muerte.” Todas ellas para aprender y reír sobre sociedades tan diferentes como los dowayo de Camerún y los toraja de Indonesia. En su libro más conocido, “El antropólogo inocente”, cuenta:
“Dentro de la consulta había cierta cantidad de instrumentos dentales en un estado lamentable y un gran diploma de la Universidad de Lyon, lo cual me tranquilizó un poco. Tras explicarle mi problema al grandullón que había en la consulta, éste agarró unas tenazas y sin más dilación me arrancó los dos incisivos. Según declaró, los dientes estaban podridos. Me quedé sentado como un pasmarote (la sangre me corría por el pecho de la camisa) y traté de hacerle comprender que ya podía emprender el siguiente paso del tratamiento. No resulta sencillo discutir en un idioma extranjero faltándole a uno dos incisivos. Al final, el individuo se irrita y me dice que si no está satisfecho llamaría al propio dentista.

Risa contenida © David Amsler
Así es, el que me había arrancado los incisivos no era dentista, era mecánico, y también arreglaba relojes. Había caído en la trampa de creer que cualquiera que se encontrara en un consultorio dental con una bata blanca y preparado para sacar muelas era dentista.”
Pero lo mejor de Barley no son sus relatos anecdóticos de lo que extraño de los Otros, sino de lo extraño Nuestro. Es cuando se da la vuelta a la tortilla y es el occidental el que tiene que explicar a los otros su propia cultura sin morir en el intento.
En “No es un deporte de riesgo”, Barley narra esta otra divertida anécdota: Una vez, los toraja, en Indonesia, le pidieron que contara una historia interesante, y probó suerte:
- “- Una vez encontré en África un hombre capaz de controlar la lluvia.
- Bah! Eso también lo tenemos nosotros!”
- Pues una vez… viví con gente que cortaba cabezas humanas y las coleccionaba!
- Oh, nosotros también solemos hacer eso, no tiene interés.
- Pues una vez… fui a cazar leones sólo con una lanza.
- Bah, supongo que es parecido a lo que hacemos nosotros con el búfalo de agua, pero seguro que más peligroso.
Ya se estaban acomodando de lado para dormir. Era el momento adecuado para lo más grandioso. Cogí la tarjeta de crédito que tenía en el bolsillo y la mostré.”
La novedad de Barley es, paradójicamente, esa antropología intersubjetiva, anecdótica y humana.

Hombre sonriente © Magdalena Roeseler
Desde que Descartes publicó su Discurso del Método, se pensó que era posible, y se debía, construir una ciencia rigurosamente objetiva. Sin embargo, la teoría de la relatividad y otros principios de la física han superado esa idea de que la naturaleza o el cuerpo humano funcionan como un reloj o una máquina ajustada, y se tomó nota de que la propia observación científica modifica la visión de la realidad que se observa.
Y como en muchas rupturas, la de Barley también entró plagada de humor y con buen pie. El humor tiene un función revolucionaria, pero también revela la existencia de un mundo común, con ciertos códigos para interpretar las normas y las transgresiones de esas normas. Siempre que hay risa, se están explicitando esos códigos que se comparten.

Buda sonriente © Jason D Great
“Yo les causaba muchísima gracia. ‘Sacaban fotografías’ con un cuenco roto y ‘tomaban apuntes en hojas de palmera. Por mi parte, procuré pagarles con la misma moneda: cuando me pidieron dinero, les entregué solemnemente el tapón de una botella” cuenta en “El antropólogo inocente”.
La risa es un gesto de disolución de fronteras entre lo popular y lo formal, lo carnal y lo espiritual, el orden y el caos, la tradición y la innovación, y entre lo humano y lo maquínico. Por eso nunca reímos solos. Por eso, con Nigel Barley, parece que compartamos esa risa con el mundo.
Portada: Mujer dongria © Asim Chowdhury