Hace un rato las pupilas hierven, la fatiga de todo un día, las horas inquebrantables del reloj, en un tic tac casi inodoro que escupe mi fortaleza, la resumo en 3mm de cuartilla.
El calor me agobia como si me agobiara el tumulto de dentro de mi propio cuerpo. Suda, se siente, habla, esgrime palabras que no obedezco.
Y me pongo pensar. O escribir porque no tengo otra cosa que hacer antes que el sueño me grite.
A veces no entiendo, o no realizo una llamada al operador de mi mente de forma efectiva. Quizás sea este adolecer sin carne, sin respiración que pinto en la nada.
La nada, vacío, lleno sin inmutarse, aforo gratuito de sentimientos, las cenizas que sobran del mediodía.
Eso es. Nadar entre la nada de un algo que no gime. Nadar entre algo que no pronuncia discursos sin fragmentos.
Nada, nada. Ni escondido en lugares que imagino.
Tengo un salpullido, un dolor; estar sorda sabiendo que siento crujir los interiores, la mostaza, la esgrima, el vientre de tanta inoperancia.
Y entre esas sustancias intento esculpir un rostro. Me lleva tiempo. Creo que en ocasiones que son dos o 3, o veinte figuras; distinto en cada miel.
Ahora mismo tengo las manos que supuran. Ya las veo, de otras ocasiones cuando intentan revelarse a una orden de mi escarcha.
El cerebro se recalienta en estos días estivales. Amo lo frío y el universo gris de mi instinto. Ahí puedo vivir y puedo ser kafkiana. Es menester elegir siempre la mejor opción entre la peor. Elegir ser el destructor de tu propia obra para convertirte en algo. No sé llamarlo. Me veo proyectada desde afuera construyendo bestias inútiles a mi cara, mancillando el honor de llamarme en un nombre que no distingo. Y oigo, retumba, asfixia, gotea, lame, rompe, golpea.
Todo se vuelve de escamas, se vuelve vacío, hueco, sonando el gong dentro de mis pupilas y yo inerte en el camino, en el movimiento.
Las imágenes vuelan y yo no las alcanzo a distinguir. Martillean mis sienes,.
Súbitamente despierto empapada, estertórea, colérica y químicamente muerta por la angustia de mi propia imaginación.
Nadar. Nado. Peor, en ninguna bañera. Solícita descubro que rasuro mi vida de un gramo de despropósito.
¿Lo ves? ya lo ignoras.
Mariano Benllure: Cleo de Mérode, 1910
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Nadar». Mito | Revista Cultural, nº 19. 30 de marzo de 2015. URL: |
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