• Letras
    • Autores
    • Crítica
    • Ensayo
    • Libros
    • Lingüística
    • Pensamiento
    • Poesía
    • Premios
    • Prosa
  • Artes
    • Arquitectura
    • Arte Actual
    • Artistas
    • Diseño
    • Escénicas
    • Escultura
    • Fotografía
    • Gráficas
    • Museos
    • Patrimonio
    • Pintura
  • Historia
    • Arqueología
  • Antropología
    • Culturas
    • Educación
    • Empresa
    • Sociedad
  • Ciencias
    • Antropología Física
    • Astrofísica
    • Biología
    • Geociencias
    • Medio Ambiente
    • Neurociencias
    • Paleontología
    • Salud
    • Tecnología
      • Videojuegos
  • Cine
  • Música
  • Opinión
    • Editorial
  • Babel
    • English
    • Euskera
    • Français
    • Galego
    • Italiano
    • Português
  • Especiales
    • XIII Simposio
    • BMM 2016
    • Art & Breakfast /2
    • Art & Breakfast /3
Follow us on Facebook Follow us on Twitter Follow us on Google Plus Follow us on Pinterest
Mito | Revista Cultural
Ensayo 0

Los siete viejos de París

Por Antonio Costa Gómez el 7 abril, 2017

De repente vemos las cosas como no las habíamos visto nunca. Se vuelven prodigiosas e inasibles, se escapan de las palabras.  Una escalera, una mesa en una habitación, una ventana en la calle nos asombra como si no las hubiéramos visto nunca. Lo conocido y domesticado se vuelve desconocido y libre. Eso es lo que dice Novalis que hay que hacer para escribir de modo romántico. También así es como ve Krishnamurti cuando se libera de todos los conceptos y pensamientos. El mundo cobra una dimensión impetuosa e irrefrenable, dice. Y es lo que le pasa a Hofmansthal cuando de repente el lenguaje ya no le sirve de encierro. Entra en un vértigo en el cual las palabras todas le parecen inútiles.

A mí me ha ocurrido eso a veces en una habitación. Lo que había visto miles de veces durante años de repente se me muestra mágico y evocador, lleno de vida, repleto de interés. Me parece mentira que no le diera importancia. Toda la habitación cobra un halo mágico, los muebles se llenan de un lirismo irrefrenable. Eso es lo que le ocurre a Emily Dickinson, aunque nunca salga de su casa. Es lo que le pasa a Proust cuando está metido en el aburrimiento y de repente un día, sin pensarlo, toma una magdalena y le regresa toda su vida con una potencia increíble, con una riqueza inabarcable.

Baudelaire se aburre toda su vida, siempre está hablando del spleen. Ni siquiera el viaje le sirve, cuando lo mandan en un viaje a la India quiere regresar antes del final. Pero un día ve siete viejos que se suceden en París y se encuentra ante lo extraño y ya no se aburre. Siente angustia o inquietud, pero ya no se aburre. Incluso quiere entrar en la muerte para encontrar algo diferente y entonces seguro que lo encontrará.

Étienne Carjat. Retrato de Charles Baudelaire (c.1862)

Estamos encerrados en nuestros hábitos, en nuestro lenguaje, en las trampas de la lógica y no podemos ver. Si vemos tiene que ser moderada y controladamente. Zenón nos dice que el movimiento no existe, que Aquiles no puede encontrar nunca a la tortuga y lo demuestra irrefutablemente. Pero de repente Aquiles suelta esas zarandajas intelectualistas y se levanta y ve que puede alcanzar a la tortuga, incluso rebasarla, incluso le puede pegar una patada, y ve que el movimiento existe y que la vida existe. Estamos metidos en una casa lógica que nos hemos fabricado y no vemos el mundo que está fuera. Pero un día nos despistamos y entra torrencialmente por la ventana. Eso es la visión. En ocasiones vemos pese a todo y a pesar de todos.

Así funcionan los genios muchas veces. Se dice que Mendeleiev soñó la tabla periódica de los elementos. Algunos dicen que Einstein tuvo de golpe la idea de la relatividad. Las grandes ideas vemos de repente, de repente se rasgan los velos y vemos la intemperie con toda su fuerza. Y el mundo parece monstruoso o lleno de seres. Pero así funcionamos también todos. De repente un anochecer vemos que nos hemos equivocado toda la vida, que llevábamos una dirección inadecuada. Nos damos cuenta de todas las estupideces que hicimos, de las manías y obstinaciones que teníamos. San Pablo se cae del caballo y se da cuenta de que el cristianismo es una religión con mucho más futuro.

La visión es mirar directamente lo que muchas veces nos pasamos la vida entera evitando al dar vueltas. Merodeamos alrededor de la puerta y no vemos la puerta. Damos vueltas alrededor del mundo y no vemos el rosal que estaba a la puerta de la casa. A veces se consigue ver al final de una vida, otras veces no se ve nada y se está toda la vida en la ofuscación. Con frecuencia nos pasamos vidas enteras encerrados en doctrinas o en prejuicios o en hábitos y no somos capaces de ver la vida. Por delicadeza he perdido mi vida, decía Rimbaud. Él sí que se atrevió a ver en momentos fulgurantes, rompiendo con las rémoras de la sociedad, con las convenciones, con la moderación. Y así vieron los grandes profetas que hablaron con los dioses, los creadores de mitos.  Claro que muchas veces su entorno no les hace caso, como a Casandra. Muchas veces vemos un árbol a la puerta de la casa y los listillos nos demuestran con argumentos irrefutables que no existe. La lógica siempre es irrefutable. Y si se refuta ya se encargan los mandarines de decirnos que estamos locos y mandarnos callar o ridiculizarnos.

Todo el mundo tiene una experiencia mística alguna vez, eso lo muestra muy bien Georges Bataille en “La experiencia interior”. La gente cree que la mística es algo abstracto e intelectual, algo árido y vacío, pero, al contrario, es una experiencia muy concreta, es algo que arrebata y levanta en el aire, porque se supera el concepto de arriba y de abajo. Uno se encuentra en medio del universo, en la plenitud, en la infinitud de las cosas, con la infinitud de uno mismo. Uno es capaz de sentir con todo su ser, sin hacer caso de nadie, escapado de todas las cárceles, de todas las mediaciones, y contactar con toda la vida. Entonces se siente un júbilo inexpresable, que generalmente después hay que callar, porque nadie entenderá, porque no habrá lenguaje para decirlo. Es como meterse en el agua y luego tener que secarse con una toalla.

Tenemos establecido que el mundo es limitado y vulgar, y que sigue estrictamente las leyes (racionales, científicas) que nosotros le hemos marcado. Hemos decidido que solo la vulgaridad es real. Y si un día vemos que el mundo es un prodigio y una maravilla, una tormenta sin fin, un baile de visiones, tendremos que callarnos. Y sin embargo el mundo más allá de nuestras reglas se ríe de ellas. Lo peor es para nosotros que nos encerramos y no queremos ver. Todo lo que es grande y prodigioso decidimos que es irreal, que es inverosímil, que no cumple las leyes. Ja, ja, ja, dice el mundo más allá de nuestras leyes. Por eso Bataille en el fondo de su experiencia mística siente una gran carcajada. Y para Nietzsche la culminación de la experiencia es la risa inagotable de la vida.

Si el propósito de la cultura moderna a partir del Renacimiento es trivializar y enjaular la vida lo ha conseguido hasta cierto punto. Y al final Max Webber dice que el mundo ya no tiene encanto, y Walter Benjamín dice que las obras ya no tienen aura. Pero las otras épocas también se encerraban en doctrinas y dogmas, y tenían inquisiciones para encerrarnos en ellas. Y los místicos y visionarios siempre eran peligrosos y rebeldes, y molestaban a las jerarquías que decidían lo que podía verse y lo que podía decirse.  Por eso también prohibían leer ciertos libros, o leer libros en general, porque los libros aportan visiones. Y los poetas y los artistas en general siempre tuvieron dificultades, porque el arte en el fondo siempre es una visión, y si tenía que ilustrar una doctrina se escapaba secretamente de ella, o iba más allá de ella, como si el artista fuera un infiltrado. Y la novela siempre fue un género que mostró los sentimientos y los deseos mucho más allá de la vida regulada y corriente, la novela en el fondo siempre fue una visión de la vida profunda que se escapaba a los hábitos y a las rutinas en que se esclaviza a la gente. La novela mostraba el torrente profundo de la vida, y los clérigos la persiguieron encarnizadamente, para que no se alteraran las mujeres, que eran las que mayoritariamente las leían.

Pero el ímpetu de la vida no puede agotarse, aunque nos escapemos de él, igual que en una película de Shyamalan el color rojo existe, aunque lo hayan eliminado unos tipos que viven en un pueblo aislado, y el exceso que propone William Blake siempre está a punto porque el manantial brota más allá de las cisternas. El infierno existe (en el sentido de ilimitación, de mundo desconocido) aunque pretendamos imponer el cielo, y por eso Rimbaud en “Una temporada en el infierno” en realidad vio los excesos de la vida, y Orfeo salió a los mundos desconocidos. Pero el infierno (en el sentido de lo desconocido y el exceso) está aquí al acecho en cualquier momento, en cualquier esquina. Siempre poder ver, digan lo que digan.

Portada: Aimé-Daniel Steinlen, Los siete viejos (1976).

¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO?

COSTA GÓMEZ, ANTONIO: «Los siete viejos de París». Publicado el 7 de abril de 2017 en Mito | Revista Cultural, nº.42 – URL: http://revistamito.com/los-siete-viejos-paris/

BaudelaireGeorges BatailleLa experiencia interiorParísWalter Benjamin
Redes Tweet
Compartir
Antonio Costa Gómez

Antonio Costa Gómez

Nacido en Barcelona en 1956, se crió en Galicia desde muy pequeño. Estudió Filología Hispánica e Historia del Arte y hoy es profesor de Literatura en enseñanza media. Ha publicado libros en todos los géneros literarios: 'Revelación', 'Delirio del fuego', 'El tamarindo', 'Las campanas', 'La reina secreta', 'La seda y la niebla', etc. con los que ha sido galardonado con numerosos premios: la Estafeta Literaria en 1976, el del Ministerio de Cultura en 1981 o el de Amantes de Teruel en 1985. Con 'Las campanas' llegó a la última votación del Premio Nadal en 1994 y del Premio Planeta en 2001. Colaborador en más de una treintena de diarios y revistas, ha viajado por los cinco continentes.

Y ademas...

  • Ensayo

    Las mujeres y la noche

  • Ensayo

    Colombia: es urgente la lírica

  • Ensayo

    El origen de las calaveras literarias

Sin comentarios

Deje su comentario Cancelar

  • José Antonio Mondragón: “Pretendemos que la ciudad se contagie de arte emergente”

    5 mayo, 2017
  • Interview à José Sarzi Amade : l’évangélisation de l’ancien Royaume du Congo et le récit du Capucin italien Girolamo Merolla da Sorrento

    5 mayo, 2017
  • Presentada la tercera edición de la Feria Art & Breakfast en la ciudad de los museos

    5 mayo, 2017
  • El tiempo profundo. Una reflexión sobre un concepto fundamental en geología

    5 mayo, 2017

  Consulte los números publicados

2017
20172016201520142013
▼
>
Ene
Feb
Mar
Abr
May
Jun
Jul
Ago
Sep
Oct
Nov
Dic
Ene
Feb
Mar
Abr
May
Jun
Jul
Ago
Sep
Oct
Nov
Dic
Ene
Feb
Mar
Abr
May
Jun
Jul
Ago
Sep
Oct
Nov
Dic
Ene
Feb
Mar
Abr
May
Jun
Jul
Ago
Sep
Oct
Nov
Dic
Ene
Feb
Mar
Abr
May
Jun
Jul
Ago
Sep
Oct
Nov
Dic
Follow @revistamito
Mito Revista Cultural

           Suscríbase al Newsletter




Mito | Revista Cultural solicita su ayuda para seguir funcionando como hasta ahora. Puede donar una pequeña cantidad de forma segura.
   
   
Visite Mito | Revista Cultural en Flipboard.

Etiquetas

Agenda Arte Cine Exposición Fotografía Libros Madrid Mujer México música Pintura Poesía Teatro Valencia
  • Colaboraciones
  • Condiciones de publicación
  • Contacto
  • Normas de uso
  • Privacidad
  • ¿Quiénes somos?
Follow us on Facebook Follow us on Twitter Follow us on Google Plus Follow us on Pinterest

© 2018 MITO | REVISTA CULTURAL. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido protegido por derechos de autor. ISSN 2340-7050. FEBRERO 2018.

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación y ofrecer contenidos de interés. Al continuar con la navegación entendemos que acepta nuestra política de cookies.