Los efectos de la globalización sobre las tradiciones regionales: el caso de Cataluña
La globalización es una de las causas principales de la pérdida de las culturas regionales, como por ejemplo la cultura catalana. Festividades tradicionales como el Caga Tió y la Castanyada se ven desplazadas por fiestas más comerciales como Santa Claus o Halloween sin que la gente tome consciencia de la necesidad de preservar la tradición.
Por Ricard Ardevol Pulpillo
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A lo largo de los tiempos, las diferentes culturas, naciones y pueblos han ido forjando, eslabón a eslabón, una larga cadena de tradiciones y costumbres condicionadas por su historia, geografía y temperamento. Sin embargo, ahora, tras siglos de desarrollo y herencia de generación tras generación, las costumbres de antaño se ven cada vez más amenazadas bajo el enorme pie de la globalización.
Pero, ¿qué tiene de malo esta desaparición de tradiciones regionales en pos de una cultura universal? ¿Acaso no es esto también parte de la evolución cultural? La identidad cultural es uno de los pilares del entorno en que se desarrolla un individuo y el cual influye notablemente en su carácter, su punto de vista y sus decisiones. Además, contribuye, en consecuencia, a determinar los rasgos de una persona y, por consiguiente, una gran variedad de dichas culturas engendra una gran variedad de individuos. Esta riqueza cultural es, por lo tanto, sinónimo de diversidad de personalidades y en esta diversidad reside en última instancia el futuro de la raza humana como conjunto, pues permite que surjan nuevas ideas para enfrentarse a las crecientes necesidades de la sociedad contemporánea.
Uno podría objetar que distintos individuos en un mismo entorno cultural pueden y, en general lo hacen, desarrollar distintas personalidades y por lo tanto este trasfondo cultural carece de dicha importancia. Si bien es cierto que no es el único ingrediente en la receta para crear personas, es indudable que individuos de diferentes culturas poseen diferentes predisposiciones y, además, a diferencia de muchos otros factores que pueden intervenir en el desarrollo de un individuo, la identidad cultural no deriva de las situaciones a las que se pueda enfrentar el individuo, sino del entorno común y, en consecuencia, su preservación es responsabilidad del colectivo en conjunto.
Enfrentándonos a la situación actual de la preservación de tal identidad, salta a la vista una enorme despreocupación por parte del público general, junto con una devastadora devaluación de dichas culturas de la mano del marketing empresarial e incluso, en ocasiones, como le sucede a menudo a culturas minoritarias, una cierta presión política. Este último posible responsable de la pérdida de identidad cultural no será discutido aquí. En la influencia de las empresas (principalmente empresas multinacionales) sobre la identidad cultural es donde se hace patente el gran daño causado por la susodicha globalización. No es necesario profundizar demasiado para sacar a la luz algunos de estos monstruos que engullen cualquier tradición a su paso como, por ejemplo, un conocido hombre barbudo esponsorizado por una marca de refrescos que desplaza, entre otras, la tradición cristiana de los Reyes Magos.
Sobre este tema me gustaría poner algún ejemplo del devastador golpe que esto supone sobre tradiciones regionales menos fuertes que la cristiana como son el Caga Tió o la Castanyada en Cataluña, más cercanas a mi entorno.
En la línea ligeramente escatológica inherente a la tradición catalana, es costumbre en Nochebuena hacer defecar a un robusto tronco cubierto con una manta, a menudo decorado con una carita y dos patas, mediante golpes con un bastón con el objetivo de que cague pequeños regalos para los presentes, así como comida, turrones o golosinas, para compartir tras la cena. El tronco, conocido como Tió de Nadal (o coloquialmente, Caga Tió) debe haber sido alimentado previamente cada noche desde principios de diciembre con un platito de comida para poder estar bien lleno el veinticuatro del mismo mes y cagar regalos para todos. Esta tradición de raíces occitanas se halla en severo declive debido, principalmente, a la presión ejercida por la propaganda de Santa Claus que, siendo el mismo día que la festividad, la pone aún en peor situación que a los Reyes Magos.
Por otro lado, otra tradición que cada día sobrevive en menos hogares es la Castanyada, una pequeña fiesta celebrada la noche anterior al día de los difuntos y que consiste básicamente en una cena con amigos o familiares donde no pueden faltar las castañas tostadas, los boniatos y los panellets, unos pastelitos de almendras o coco. El símbolo de la celebración es una mujer vieja con un pañuelo en la cabeza que vende castañas por la calle, como actualmente aún sucede los días previos al 31 de octubre. Los orígenes de la festividad son, sin duda, una comunión con los muertos previa al día de todos los santos, pero el alto atractivo y publicidad de las golosinas y el terror de Halloween convierten esta tradición en una aburrida cena familiar condenada a la decadencia.
Si bien estos dos ejemplos no son más que pequeñas festividades, son una muestra de la actual devaluación de la identidad cultural. Junto a ellas, canciones y danzas tradicionales, gastronomía, saber popular, mitologías o leyendas se pierden en el olvido al no ser transmitidas a las futuras generaciones, ya sea por el desplazamiento cultural o simplemente porque la moda dictó que tales cuestiones ya no eran de importancia. Este vacío generacional, al que ahora se precipitan todos estos fragmentos de nuestra cultura es nuestra responsabilidad, de nosotros depende el permitir que nuestras costumbres y el trasfondo cultural en el que hemos crecido se pierda para siempre en los confines de la historia.