Unidos por un mismo fin
Diversidad cultural, interculturalidad, integración e inclusión, son palabras que asociamos a la convivencia de diferentes etnias en un mismo territorio o zona delimitada. Sin embargo, no todas son igual de positivas si queremos presumir de tolerantes, respetuosos e igualitarios. Sin inclusión no existe una verdadera diversidad cultural.
Por María Silvero Durán
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¿Qué entendemos por cultura? Es un concepto abstracto, imperceptible por la mayoría de los sentidos, holista, diverso y con diversidad apropiaciones de uso común. Sin embargo, dos son las apreciaciones en las que coinciden todos los autores que han pasado a definir este concepto: “La cultura es universal a toda la especie humana y por tanto es aprendida. Este aprendizaje puede ser inconsciente por la mera repetición y transmisión de información, o consciente e intencionado.
Tylor defino la cultura hace más de un siglo con las siguientes palabras: “cultura es todo ese complejo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, derecho, costumbre y cualquier hábito y capacidades adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad”.
La etnicidad tiene una estrecha relación con la cultura. Si ya hemos dicho que la cultura es la identificación de los individuos con un conjunto de creencias, costumbres, ideas, morales, etc.; la etnicidad marca la diferencia entre un grupo y otro y por ende, se define como las similitudes culturales entre los miembros de una misma etnia que a su misma vez los distingue de otro distinto. Por ello, se dice que los individuos tienen una identidad grupal o social. Muy pocos son los territorios étnicamente homogéneos, de aquí surge el término, diversidad cultural.
Otro concepto a tener en cuenta para seguir de enlace con estos párrafos, es el multiculturalismo, el cual viene a ser la existencia de diversas culturas dentro de un mismo país. Por lo tanto se entiende como todo lo contrario a la asimilación, la cual, se refiere a la imposición u obligación de una minoría o pueblo con menos poder (de gobierno) a aceptar una cultura que no es la suya ni propia de su pueblo, sino que ha venido de fuera (entiéndase el indirect rule de Sudáfrica con la consiguiente evolución en Apartheid).
Con estas pequeñas definiciones, se deduce que a partir de estos términos, comenzó a desarrollarse la interculturalidad. Con el tiempo se extendería por muchos rincones, se practicaría en muchos países y lo que en sus inicios presentaba una timidez refleja, se convertiría en una cualidad de los países más avanzados cada vez más común (o por lo menos eso creemos).
Muchos pensarán que interculturalidad, diversidad cultural, multiculturalismo, etc., son conceptos con significado semejante. Pero esto no es así. Definidos en los párrafos anteriores, es sencillo encontrar diferencias entre estos términos. Mientras que en la interculturalidad se respetan todas las culturas que existan en una sociedad y/o territorio, pero no mezclan; en la diversidad cultural varias culturas coexisten en una misma zona, pero no por ello quiere decir que se respete; así mismo el multiculturalismo se asemeja más a la diversidad cultural, pero sin que haya una cultura dominante.
Con cultura dominante, nos referimos al hecho de que muchas personas creen que pueden medir las culturas respecto de otras y por ende, evaluar la suya por encima de las demás. Tendemos a creer que nuestra cultura (la Occidental) es más avanzada, civilizada y educada que el resto de civilizaciones, pero seguro que esas apreciaciones se han realizado sin pararnos a pensar en los elementos culturales que poseen las demás, es decir, la civilización no es un don, es un logro que se debe sostener frente a quienes lo importunan. No es más civilizado aquel que se muestra más educado, contemporáneo, sumiso u obediente; sino aquel que se muestra más tolerante, respetuoso, libre, honesto y sobre todo justo.
Todo esto cambia sin embargo, cuando la política se adentra en el campo de la cultura. Tiende a politizarla, manipularla y a ser practicada solo por los “altos cargos”. Toda acción que no sea acometida por la “alta cultura” (quienes se consideran de alto standing) es considerada extraña; ¿Pero y si bajamos a la “cultura popular” y vemos que posibilidades de interconexión tiene? He aquí el motivo de la interculturalidad. Si paramos a pensar en el beneficio que nos supondría como personas la integración o mejor dicho, la inclusión de varias culturas simultáneamente, veríamos una gran fuente de aprendizaje, sabiduría y riqueza cultural.
No hay nada más gratificante, que ver como pueblos de diferentes culturas se unen por un mismo fin. No hay mayor escuela, que observar como la vida permite que varias etnias completamente distintas culturalmente, se mezclen entre sí, interactúan y aprendan unas de otras. En Extremadura, y más concretamente en Badajoz, algo parecido se consiguió (o se intentó), cuando gracias a la XXXIII Edición del Festival folklórico de Extremadura, Badajoz acogió a Turquía, India, Japón, Panamá, Sudáfrica, Armenia, Extremadura e Ibiza en un desfile intercultural donde se mostraban rasgos típicos de cada cultura.
No solo vimos despliegue de colores, de sonidos, de objetos (instrumentos) típicos de cada lugar. Vimos, como todo ese esplendor se mezclaba y se respiraba diversión, aprendizaje, tolerancia y respeto mutuo. Pocas veces tendremos esta oportunidad.
Con este evento se intenta mostrar que la inclusión cultural es posible y puede ir de la mano del aprendizaje del desarrollo, gracias al respeto mutuo y a la tolerancia. Es hermoso ver como la raza, el color, la vestimenta, o el lenguaje, carecen de importancia. En estas situaciones la intención real es la unión en valores, respetar al prójimo y dejarnos asombrar por la plenitud cultural. Estas tres ideas, deben considerarse primordiales y difundirse en la educación de las diferentes etnias, sin el miedo a sentir emociones infravaloradas.
Quedamos fascinados y encantados, con el esplendor reluciente de una integración que sólo se considera teórica. Aquí comprobamos como la inclusión cultural es factible, posible y necesaria, para conseguir el mayor respeto que se puede obtener entre los estudiantes y que ningún docente ha conseguido a día de hoy. Ese respeto, no lo transmite la escuela, sino la vida y son estas situaciones las que nos hacen temblar de emociones, vibrar de sentimientos y comprobar que otro tipo de educación alternativa y no tradicional y basta, es posible. Sólo hay que querer.
Siempre hablamos de querer una sociedad más tolerante y respetuosa. Pues en estos momentos es cuando más hay que demostrar lo que realmente queremos. No sirve de nada las buenas intenciones, si cuando puedes demostrar la sinceridad de tus palabras, estas caen en vacíos negros y carecen de valor.
En este punto, se ha querido compartir con todos los lectores de esta revista y más concretamente de este artículo, una visión de lo que puede ser esta mezcla cultural que en las escuelas se considera tema transversal, y no como una base del aprendizaje. Es posible llevar a cabo una enseñanza basada en el respeto y la tolerancia, pero para ello, primero hemos de creernos que realmente queremos ser más civilizados y honestos con nosotros mismos (entiéndase civilizado como la definición aportada más arriba).
Muchos son los mensajes que nos llegan diariamente desde los distintos medios de comunicación. En todos ellos, sólo se informa de dramatizaciones diarias, vejaciones raciales/étnicas, críticas culturales ajenas, etc.; pero no pensamos en los beneficios que podemos obtener al cesar esos medios de comunicación, salir a la calle y ver. Si, a ver, a comprobar en cierto sentido la veracidad de esa información, a escuchar lo que realmente tienen que decir esas personas que tan fácilmente creemos culpables de muchos hechos. Siempre hay un motivo escondido que se intenta esconder.
De aquí nos deslizamos a la fina línea que separa la inclusión cultural (practicada en varias sociedades) del aislamiento cultural (muy típica de la sociedad occidental, la nuestra).
Puede ser que le sorprendan estas palabras si forma parte del segundo grupo. Dirán que no es cierto, que en Occidente se respetan todas las culturas por igual; pero sólo tiene que salir a la calle y mirar, mirar el estado de las infraestructuras en los diferentes barrios de su ciudad/país. Si mira a los lados, verá que su barrio está mejor cuidado que el barrio donde viven miembros de otras etnias “minoristas”. No es casualidad… es, como ya se mencionaba en los primeros párrafos de este artículo la consideración de la existencia de la “alta cultura o cultura elitista”.
En las escuelas se viene incentivando y proponiendo una educación abierta, en valores y en resumidas cuentas, moderna. Pero no se equivoquen, esa educación moderna, cubre con un fino manto los prejuicios, estereotipos y adjetivos peyorativos que desde siempre han estado en nuestra mente, guardados en un cajoncito. No los solemos utilizar por vergüenza a ser tachados de intolerantes, xenófobos, racistas o retrógrados. Por supuesto, existe el otro lado del río, donde poco a poco se intenta eliminar esta educación tradicional y basta, proponiendo nuevos modelos de aprendizaje abierto y más civilizado.
Nuestra sociedad aún no está preparada para afrontar un cambio tan grande. Algunos comienzan a dar pequeños pasitos, como bebés fuera de su cuna, para avanzar a medida que la modernidad llama a su puerta; pero otros no están dispuestos a correr ese riesgo. El miedo hace mucho daño a la persona, en toda su integridad.
Una educación alternativa es posible, es factible, sólo hay que querer. Docentes de nuevas generaciones, comienzan a probar estas metodologías y las escuelas libres de adoctrinamiento.
Querer es poder.
Agradecimientos a Edurne San Vicente Medina por su amabilidad al ceder la publicación de las fotografías de la tribu Zulú.
Bibliografía:
Fernández Moreno, N.: Temas de Etnología Regional. Antropología Social y cultural. Uned. Madrid. 2011.