Las emociones son un aspecto central de la experiencia humana y de la vida en sociedad. En la política mundial, las emociones tienen un impacto en cómo se dan las relaciones entre los actores en el sistema internacional y en los desenlaces de varios acontecimientos internacionales.
La reciente invasión de Ucrania por los rusos y su subsecuente anexión de Crimea ha provocado intensas reacciones de indignación y furia por parte de la comunidad internacional. Dicha acción por parte de Rusia es una violación a los principios del Derecho Internacional Público es ampliamente visto como un acto de agresión. La cercanía entre Estados Unidos y el Reino Unido, así como una tradicional rivalidad entre Francia y este último en el escenario europeo, han sido algunos factores que impiden que se logren esfuerzos exitosos para concretar una Política Exterior de Seguridad y Defensa al nivel de la Unión Europea. Mientras tanto, en Latinoamérica, particularmente en México, permanece una tensa relación de amor-odio por parte de la sociedad civil hacia los Estados Unidos, la cual se resume en la siguiente frase de un intelectual regiomontano: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!”
Los ejemplos anteriores tienen en común la descripción de aspectos en los que las emociones se pueden manifestar en el ámbito internacional. En las Relaciones Internacionales todavía se necesita mucha investigación sobre los efectos de las emociones en la realidad internacional, y cómo eso puede generar cambios importantes en las relaciones entre países, o incluso a nivel sistémico. No ha sido sino hasta el presente siglo en el que se inició un estudio profundo y sistemático sobre la importancia de las diferentes emociones en la política global. Este artículo, lejos de indagar en un caso de estudio específico, se enfoca en describir el panorama de diferentes tipos de emociones y sus consecuencias materiales en la política internacional. La descripción se enfoca en tres tipos de actores: los Estados, los líderes políticos, y la sociedad civil.
Battle of france collage, DIREKTOR
En las interacciones entre los actores en el sistema internacional, hay ciertas emociones que tienen un papel más importante en el desenvolvimiento de los acontecimientos internacionales. Estas emociones tienen la característica de tener una gran intensidad en relación con otras emociones. El estallido de guerras puede ocurrir por emociones como enojo, ira, resentimiento, o incluso euforia. Ejemplos de esto son variados. Uno de ellos puede ser el siguiente conjunto de guerras: La Guerra Franco-Prusiana, la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Durante la Guerra Franco-Prusiana, la entonces Prusia (hoy su equivalente es Alemania) atacó a Francia para lograr su consolidación nacional. Prusia salió victoriosa, y reclamó los territorios de Alsacia y Lorena. En la Primera Guerra Mundial, los ataques alemanes dejaron muy devastados a los franceses, pero debido a que su desenlace terminó con la derrota de Alemania[1], y al miedo y resentimiento que sentían los franceses por los daños causados por los alemanes, en las negociaciones del Tratado de Versalles se impusieron severas sanciones a Alemania, y se regresaron los territorios de Alsacia y Lorena a Francia. Estos mismos territorios se hallarían bajo disputa nuevamente al inicio de la Segunda Guerra Mundial, uno de los objetivos más importantes de Hitler era el ataque a Francia, su invasión y su derrota, y la recuperación de los territorios de Alsacia y Lorena. La rapidez y efectividad con la que atacaron a Francia y la mantuvieron bajo su control se atribuyen parcialmente al resentimiento del gobierno nazi contra Francia por las sanciones impuestas tras la Primera Guerra Mundial. En este ejemplo, se puede observar cómo las emociones de miedo, enojo y resentimiento moldearon los acontecimientos internacionales en Europa por aproximadamente setenta años.
Movimientos y corrientes políticas han sabido usar de manera efectiva las emociones para conseguir apoyo de amplios sectores de la sociedad y para atacar a otros sectores, casi siempre minoritarios, cuya existencia amenaza la integridad del movimiento e ideología política que se busca propagar. Nuevamente, ejemplo de esto, son los fascismos de Italia bajo Mussolini y de la Alemania Nazi, quienes exaltaban un culto hacia sus líderes y señalaban a grupos minoritarios como las fuentes de los problemas que enfrentaban en esos países. La persecución de los judíos en la Alemania Nazi es quizá el más claro ejemplo, con propaganda que los mostraba como monstruos ladrones de los bienes nacionales. La manipulación emocional mediante la propaganda tuvo éxito en aislar a la comunidad judía, lo que facilitó su persecución y genocidio.
Pero la manipulación de las masas mediante propaganda o discursos que apelan a la emoción no se restringe a esos periodos históricos. Se encuentra en la política mundial contemporánea, y un ejemplo claro de esto son los neopopulismos. El principal exponente de esto es el Chavismo, emanado por el liderazgo político del expresidente venezolano Hugo Chávez, pero que continúa sin él, y se enfoca en culpar al capitalismo del estilo norteamericano por los problemas que enfrenta la sociedad venezolana. Esto permite que los programas enfocados a dar asistencia pública social en Venezuela tengan un claro culpable por su deficiencia: no la mala administración pública del gobierno venezolano, sino los agentes del capitalismo estadounidense, en cualquier forma que puedan tomar (gobierno de Estados Unidos, las empresas transnacionales, espías, etc…).
Incluso en Estados Unidos, donde se fomentan libertades democráticas como la libertad de expresión, no escapa de manipular las emociones de su sociedad. Durante el siglo pasado, en plena Guerra Fría, se creaba propaganda que creaba una atmósfera de miedo hacia el comunismo soviético. Se llegaba a intensos niveles de miedo, y alcanzó su cúspide en la paranoia con respecto a las posibilidades de una guerra nuclear, lo que llevó a la construcción de muchos bunkers gubernamentales e incluso privados, para resguardarse y sobrevivir en caso de ataques con bombas atómicas. Hasta el día de hoy, algunos sectores de la sociedad civil mantienen su miedo al comunismo. Lo ven como un ataque a Estados Unidos y al “sueño americano”, y como una amenaza total a su estilo de vida; el miedo que permanece del periodo de la Guerra Fría evita que estudien más al respecto e incluso acepten algunas posibles aportaciones. La manipulación emocional sigue usándose en el juego político: para la reelección de George W. Bush, su campaña se enfocó en demostrarlo como el líder que Estados Unidos necesitaba por los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Mientras tanto, para la elección del presidente Obama, se usó la frustración de la juventud y el sentimiento de alienación de las minorías hacia el partido republicano, para que luego canalizaran su voto en Obama.
America under communism cold war propaganda, United States Federal Government
Desde un marco analítico en las Relaciones Internacionales, las emociones tienen un papel importante en los estudios hechos desde la teoría constructivista. Alexander Wendt, uno de los teóricos constructivistas de las Relaciones Internacionales, indica que los Estados pueden relacionarse con otros de diferentes maneras, según las identidades que se han ido forjando a través del tiempo[2]. Él encuentra que un Estado puede pensar en otro como enemigo y llevar acciones hostiles hacia él con la intención de destruirlo, o al menos, destruir sus instituciones políticas. También pueden concebirse como rivales, en cuyo caso ambos Estados van a verse en competencia en varios ámbitos, pero esto no implica que busquen su destrucción ni la conquista del otro. En cambio, están más interesados en superarlos en cuestiones como economía, política social y desarrollo humano, niveles de educación, etc… Finalmente, está la posibilidad de que dos Estados tengan una relación amistosa, donde se apoyan mutuamente para lograr sus metas.
¿Qué implicaciones tiene esto para el análisis de las emociones en la política internacional? Como los ejemplos mencionados anteriormente indican, las identidades que un Estado se forja en relación con otro indica las acciones que van a emprender. Por lo tanto, estas acciones tienen una intención detrás, y esa intención va cargada de matices emocionales, ya sean explícitos o implícitos. Esto quiere decir que las acciones hostiles en el escenario internacional pueden estar impulsadas por resentimientos nacionalistas o étnicos, así como por humillaciones históricas o políticas que hayan sufrido los actores involucrados. Asimismo, cuestiones como apoyo económico y militar de un Estado a otro implica que, por cuestiones de afinidad histórica o por un sentimiento de deuda o de solidaridad, estos Estados tienen una relación amistosa.
Las identidades y actitudes de un Estado hacia otro también pueden ir cambiando conforme van cambiando los líderes políticos y las ideas generales que tienen ellos y la sociedad civil en sus respectivos territorios. Un ejemplo reciente de esto es la relación Cuba-Estados Unidos. Desde la Invasión en Bahía de Cochinos en 1961 y desde el embargo norteamericano a Cuba, las relaciones entre los dos estados han sido tensas e incluso expresamente hostiles. Sin embargo, con Raúl Castro ahora como presidente de Cuba, y con las reformas económicas en proceso de ser efectuadas en la isla, tanto Cuba como Estados Unidos se han mostrado más dispuestos a abrir un diálogo. La única condición que exigen los cubanos es que sea un diálogo entre iguales, sin que existan exigencias o coercitividad por parte de Estados Unidos en torno a un prospecto de cambio político.
Parte del impulso que tiene la Guerra contra el Terrorismo iniciada por George W. Bush fue el miedo que provocó en la sociedad norteamericana. Con el símbolo de las Torres Gemelas del World Trade Center en llamas, la tristeza, el dolor de la pérdida y la transgresión, y la sensación de inseguridad, se propuso el ataque a Afganistán para buscar a los talibanes. El problema real surgió cuando se expandió la guerra contra el terrorismo a confines fuera del área del objetivo inicial, con varias misiones en el resto del Medio Oriente buscando información sobre Osama Bin Laden y otros terroristas. Asimismo, se continuaron buscando amenazas a la seguridad de Estados Unidos, lo cual fue usado como excusa para la invasión de Iraq en 2003. La política del miedo y la humillación han mantenido fuerte la presencia de Estados Unidos en el Medio Oriente[3].
Niños iraquíes alrededor de soldado norteamericano. Shane Bordonado © Spc. Daniel Herrera
El estudio de las emociones en las Relaciones Internacionales no se limita únicamente al marco analítico de los Estados, como es el caso de la mayoría del análisis de Wendt[4], sino que también se puede encontrar en el campo de la realización y ejecución de las políticas exteriores de los Estados[5]. Esto implica un análisis de los individuos a cargo de la toma de decisiones y de sus características psicológicas y su estado emocional al momento de tomar decisiones, así como la capacidad que tienen los diplomáticos para tener éxito en las negociaciones de asuntos exteriores.
Instancia de esto puede verse en el plan de Richard Nixon de terminar la Guerra de Vietnam. Nixon, como entonces presidente de los Estados Unidos, era uno de los encargados principales de diseñar la estrategia para salirse de Vietnam, pues era una guerra en la que el apoyo público ya estaba muy deteriorado. Su plan fue mandar mensajes contradictorios con sus acciones. Esto implicaba atacarlos cuando decía que habría paz, y enfatizar su odio al comunismo y luego no atacarlos por un periodo de tiempo. Este comportamiento, conocido como la “teoría mad-man”, fue fomentada por muchos, entre ellos Henry Kissinger, el secretario de estado de Nixon. La lógica tras esto fue, como señaló el propio Nixon, construir la idea de que el presidente Nixon estaba loco, y su forma de ser impredecible infundiría miedo en el enemigo, lo cual llevaría a la negociación de la paz y a la admisión de la derrota del Viet-Cong.
El carisma, la serenidad y la capacidad analítica y de persuasión de los líderes políticos influyen mucho en cómo se les percibe y en la efectividad que tienen en los acontecimientos internacionales. Un líder importante en el escenario internacional fue el Secretario General de las Naciones Unidas, Dag Hammarskjold. Recibió un Premio Nóbel de la Paz de manera póstuma por sus logros como Secretario General, pues falleció en un accidente aéreo en 1961. Entre sus proyectos están la creación de una habitación de meditación de conflictos en la sede de la ONU, lugar donde los líderes podían retirarse a calmarse y pensar después de una sesión en la Asamblea General. También fue influyente en mediar las tensiones entre Israel y los Estados Árabes, así como el establecimiento de la Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas y su participación en aliviar las tensiones durante la Crisis de Suez en 1956. A su fallecimiento, tanto países grandes como pequeños sintieron un profundo pesar por su pérdida, con líderes del momento como John F. Kennedy señalando que Hammarskjold fue el más grande estadista del siglo[6].
La afinidad que tienen entre sí los líderes políticos tiene también un impacto en las relaciones que se desenvuelven entre los países. Aunque es debatible, una influencia en el fallo de negociaciones para resolver la presente crisis de Ucrania es la falta de empatía entre el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el de Rusia, Vladimir Putin. Desde su regreso a la presidencia, Putin no ha mostrado la misma cercanía con el presidente norteamericano que la que tenían este último y Medvedev, el predecesor de Putin. A pesar de ello, en encuentros formales, tanto Obama como Putin deben mostrar al menos el mínimo de respeto esperado de los jefes de Estado.
Cropped Barack Obama and Vladmir Putin shake hands at G8 summit 2013, Pete Souza
Finalmente, es importante hablar de las emociones en la configuración de los movimientos sociales. Charles Tilly[7] y Sidney Tarrow[8] son algunos de los académicos de los movimientos sociales, y entre sus estudios incluyen el papel de las emociones. Mientras que Tilly se enfoca más en las emociones que generan movimientos sociales, como revoluciones y protestas armadas, Sidney Tarrow se enfoca más en los mecanismos que mantienen la cohesión de movimientos sociales transnacionales. Lo que surge de la explicación de Tilly es que los movimientos sociales están anclados en su contexto. Cuestiones de moralidad, de lo que es correcto e incorrecto, influyen en la conformación de estos movimientos. Asimismo, le da un papel importante a la sensación de amenaza, pues genera miedo y por lo tanto, puede llevar a una respuesta de confrontación por parte de los integrantes del movimiento.
Así como Tilly, Tarrow identifica nociones de justicia entre las amalgamas de los movimientos sociales. Ante la ausencia de esta justicia, se produce una fuerte sensación de indignación, lo que propulsa la acción del movimiento. Un ejemplo concreto de esto puede verse en los movimientos en respuesta al capitalismo desbocado, como el “Occupy Wall Street”. Se protestaba la injusticia social y la desigualdad económica, así como nociones de corrupción y avaricia entre la élite económica y la influencia injusta de las grandes corporaciones en los asuntos del gobierno. Después de la disolución del movimiento, sin embargo, emociones de frustración ante estas cuestiones continuaron en la sociedad civil norteamericana y en varios movimientos sociales similares.
Occupy Wall Street Anonymous 2011 © David Shankbone
En síntesis, se puede apreciar que las emociones juegan un papel en aspectos relevantes de la política internacional. Los ejemplos han mostrado que guerras, movimientos sociales e incluso tensiones políticas en las negociaciones diplomáticas pueden ser influenciadas por las emociones de los actores involucrados. Asimismo, el marco analítico de los diferentes actores permite ver que las emociones tienen un alcance tanto a nivel Estado como a nivel individual. El estudio de las emociones en la disciplina de las Relaciones Internacionales, no obstante, todavía tiene un gran paso que recorrer. Aspectos como seguridad identitaria del Estado, el reclutamiento de jóvenes en guerrillas y en organizaciones del crimen organizado, y la resolución de conflictos internacionales, pueden comprenderse mejor si se integra al análisis el componente emocional del ser humano.
Portada: Cumbre de los BRICS 2012, Agência Brasil
[1] La derrota de Alemania es un punto de discusión fuerte entre académicos e historiadores. En realidad fue más bien un armisticio, pero las negociaciones dejaron como culpable de la Guerra a Alemania y a sus aliados.
[2] Wendt, A. (1992). Anarchy is What States Make of It: The Social Construction of Power Politics. International Organization, v. 46, (2), 391-425.
[3] Fattah, K., y Fierke, K.M. (2009). A Clash of Emotions: The Politics of Humiliation and Political Violence in the Middle East. European Journal of International Relations. vol. 15 no. 1 67-93.
[4] Wendt, A. (2004). The state as person in international theory. Review of International Studies, v. 30 (2), 289-316.
[5] Sasley, B. (2013, junio 12). Emotions in International Relations. E-International Relations. Recuperado el 27 de junio de 2014. Disponible en: http://www.e-ir.info/2013/06/12/emotions-in-international-relations/
[6] Linnér S (2007). «Dag Hammarskjöld and the Congo crisis, 1960–61» (PDF). Uppsala University. p. Página 28.
[7] Tilly, C. (2006). Identities, Boundaries, and Social Ties. Estados Unidos: Paradigm Publishers.
[8] Tarrow, S. (1996) El poder en movimiento. Madrid: Alianza Editorial.