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Mito | Revista Cultural
Opinión

La búsqueda de la libertad individual como tradición occidental

Por Juan Carlos González Caldito el 21 abril, 2014 @JuanC_Gonza

La tradición occidental, hija legítima de las tradiciones grecorromana y judeocristiana.

La recuperación de los textos antiguos participó de la construcción de Occidente, pues se recuperó un pensamiento olvidado, pero no sustituyó al pensamiento cristiano, sino que lo transformó en el actual mundo occidental.

 

Es difícil concretar qué es una tradición, pero sí que se puede concretar su pertenencia. ¿Existe una tradición occidental? ¿Qué caracteriza a Occidente? Occidente es una síntesis de diversas culturas y tradiciones que conviven entre ellas, pero que en su particularidad tiene unos rasgos comunes, un sentido propio que la identifica: la búsqueda de la libertad. A esta tradición la podemos llamar “tradición de la libertad, no porque esa libertad ya se tenga, sino porque siempre se está en busca de ella.

Las tradiciones, entendidas como aquellas costumbres que se han ido trasmitiendo de padres a hijos, de generación en generación, tienen su origen, su propia genealogía; y la tradición de Occidente no es una excepción: su origen es el resultado de la síntesis entre la tradición grecorromana y judeocristiana. De alguna manera, el reflejo de ambas se hace evidente en la construcción de las leyes y los derechos comunes, como por ejemplo los Derechos Humanos[i]. Aunque la tradición de Occidente pueda ser criticada, como bien hicieron Tommie Smith y John Carlos en los Juegos Olímpicos de México en 1968, realizando el Saludo del poder negro en protesta de los derechos civiles de los negros. Tal crítica se hace porque sus principios no se cumplen, es decir, que se está de acuerdo con la tradición pero no con que ella sea impedida. Lo interesante es preguntarse cómo ha sido posible tal tradición, cuales han sido las condiciones de posibilidad de su aparición.

2. Saludo_del_Poder_Negro_en_México_1968

Saludo del poder negro. Juegos Olímpicos de México 1968

La tradición occidental está marcada, esencialmente, por la búsqueda de las libertades, es decir, por la constante insistencia de obtener la plena capacidad de decidir, es decir, que cada individuo pueda escoger su propio destino. Dicha tradición empezó a gestarse profundamente durante la Ilustración, actitud humana cuya finalidad consiste en hallar la autonomía propia del individuo y, por consiguiente, el uso de su propia libertad bajo su responsabilidad, puesto que su idea principal era la de que cada individuo se sirviera de su propio entendimiento y, así, ejercer su propia libertad. Su origen, que se gesta dentro de los pensadores de la clase burguesa, tenía una pretensión común: ejercer el poder y la libertad de las clases burguesas frente a las aristocracias que se lo impedían. Como ocurrió en la Revolución Francesa de 1789, la aristocracia cayó en manos de la burguesía hasta el punto de que tal ideario llegó a la mayoría de países de Occidente. Pero, ¿cómo la burguesía empezó a instaurarse como régimen político? Gracias al saber y la cultura que ya los humanistas emanciparon de la religión cristiana. No obstante, esta nueva forma de actuar no apareció de la nada, sino que consiste en la síntesis de dos tradiciones que, a priori, serían opuestas: la tradición grecorromana y la tradición judeocristiana, o lo que es lo mismo, la unión entre lo humano individual y la divino ideal.

Es difícil, por no decir imposible, determinar el momento exacto en el que empieza tal renovación de la cultura occidental europea, ya que se elaboran en tiempos distintos, pero se la ha llamado como Renacimiento, esta etapa de la historia humana se caracterizó por la disolución del mundo medieval al resurgir el mundo antiguo: se empezaban a reinterpretar los manuscritos paganos que anteriormente fueron recuperados de los monasterios para ser llevados a las urbes. La cuestión es ¿por qué se recuperaron tales textos de los monasterios? ¿Y por qué estaban los textos en los monasterios?

Cuando en el año 380 el Cristianismo se instauró como única religión de todo el Imperio Romano, los textos antiguos que no convergían con la teología cristiana empezaban a ser considerados heréticos y corrían el peligro de ser destruidos. Pero también debido a los estragos de las conquistas y las barbaries de las guerras que sucedieron a su caída en el año 476, los textos debían refugiarse de su destrucción porque su contenido permitía entender y acercar la religión a los mismos paganos que todavía no eran cristianos puesto que muchos de los contenidos teóricos cristianos convergían con los contenidos filosóficos antiguos (es el caso de Platón, Aristóteles, Plotino, Cicerón, Séneca, Boecio, etc). Aunque los cristianos de estas épocas eran fundamentalmente hostiles a la literatura pagana, el cuidado de los libros iba pasando más apresuradamente a manos de la Iglesia y los monasterios. Así, gracias a la tutela cristiana, muchos de los manuscritos sobrevivieron refugiados de la barbarie y la hostilidad en los monasterios, dada su lejanía con respecto a las ciudades y su recóndita situación, donde en ellos se realizarían las tareas de conservación y transmisión de lo que quedaba de la antigüedad pagana. No obstante, la implicación de los textos allende los monasterios se vería motivada por el interés de la dinastía carolingia.

3. Monasterio de Montecassino, Siglo VI. Fundado po r Benit o de Nursia. Vista del pórtico principal

Abadía de Montecassino, Siglo VI. Fundado por Benito de Nursia. Vista del pórtico principal

Tras la caída del Imperio Romano, el mapa político de Europa estaba fuertemente fragmentado, con una increíble pluralidad de culturas y lenguas: godos, francos, vándalos, vendas, burgundios, ávaros, hunos, etc. que gestionaban y dominaban los territorios. Pero con la llegada del imperio carolingio en el siglo VIII se realizó la reunificación del caído Imperio Romano, una especie de primera Europa, y con ella los textos paganos empezaron a salir de las sombras de los monasterios ya que para restaurar el ya caído Imperio Romano de Occidente era necesario, primero cristianizar a todos los individuos que a él pertenecían, y segundo establecer una lengua común para todas las instituciones: el latín, lengua que casi había desaparecido debido a la influencia de diversas culturas y lenguas que habían penetrado en el ya eclipsado Imperio Romano.

La gestión del nuevo imperio carolingio se veía menoscabada por la falta de una lengua común que permitiera ejercer el poder dentro de las instituciones. Para ello se exigía una gran cantidad de funcionarios religiosos experimentados capaces de reducar todo el imperio bajo una misma creencia transmitida en una única lengua: la doble necesidad de recuperar los manuscritos antiguos pretendía acercar la religión cristiana a los paganos mediante los textos antiguos y el estudio del latín y su reinstauración como lengua común en las instituciones del nuevo imperio carolingio posibilitaba una política efectiva. Así, el conocimiento del latín se tornaba una herramienta indispensable para la gobernabilidad del Imperio, motivo por el cual los manuscritos salieron de los monasterios para acercarse, de nuevo, a las urbes.

Los cambios realizados a partir del siglo VIII por el Imperio de carolingio llegaron hasta el siglo XII: el mapa intelectual de Europa había cambiado espectacularmente hasta el punto de que la producción literaria de la antigua Roma se constituyó como la materia básica de la educación, así como la principal fuente de inspiración literaria. Sin embargo, a partir del siglo XII empezaron a aparecer nuevos intereses: el derecho, la medicina, la retórica y la lógica. A pesar de ello, la época escolástica que concierne a los siglos XII y XIII se dedicó más a asimilar y organizar el material y las ideas resurgidas, que a hacer nuevos descubrimientos, y aunque los estudios clásicos sobrevivieron, avanzaron y se adaptaron con éxito a la nueva sociedad. Empezaba a requerirse una lectura de los textos emancipada del uso religioso para una mejor comprensión de los mismos porque los textos paganos grecorromanos se contraponían a la tradición cristiana en un aspecto: mostraba a los estudiosos que la libertad individual también podía existir. Esta tarea la iniciarían los humanistas del Renacimiento, empezando, así, la desvinculación hacia las instituciones de poder como la Iglesia.

4. Prato Della Valle

Prato della Valle, en Padova, Italia. Se pueden encontrar diversas estatuas de humanistas importantes como Albertino Mussato o Francesco Petrarca entre otros

El humanismo, estrechamente ligado al Renacimiento, inició su actividad en ciertas partes de Italia a finales del siglo XIII, hasta que ya en el siglo XVI se había establecido en la mayor parte de la Europa Occidental transformando la transmisión y el estudio de la antigüedad clásica al propugnar los studia humanitatis[ii]. Muchos de los primeros humanistas italianos tuvieron como profesión la de profesores de humanidades y por ello se ocupaban de componer cartas, discursos y otros documentos esenciales para la diplomacia y la vida pública. Pero también gran parte de los primeros humanistas fueron notarios o juristas o estuvieron, de algún modo, relacionados con las leyes, como es el caso de Lovato Lovati, Geremia da Montagnone o Albertino Mussato. El estudio de los clásicos establecía un nuevo puente de unión con la antigüedad puesto que su conocimiento permitía ejercer una nueva retórica y establecer un nuevo discurso legal. El conocimiento del latín y de los textos antiguos se fue convirtiendo, poco a poco, en un arma que combatía los poderes institucionalizados, porque empezó a conocerse los contenidos filosóficos y teóricos antiguos, como el derecho, permitiéndoles denunciar los abusos de los más poderosos, hasta el punto de reiniciarse la defensa de las propias creencias o los intereses de la ciudad por encima del señor feudal o del poder eclesiástico, liberando así, la literatura latina de la servidumbre a la religión cristiana.

La importante labor de los humanistas fue la de iniciar la emancipación del saber del poder eclesiástico y aristocrático porque si todos los seres humanos son iguales ante Dios, y Dios es la ley, entonces es menester que la ley sea igual para todos los individuos, ya sean religiosos, aristocráticos o plebeyos. La emancipación consistía en que ya no se usaban los textos para el interés de la Iglesia exclusivamente, sino que los mismos servían para poder atacar al poder que la Iglesia ejercía. Pero dicha emancipación significó algo más: en la medida en que los textos dejaban de tener una única lectura dogmática eclesiástica, se daba pie a que el hombre fuera la medida de todas las cosas. A partir de entonces la verdad pertenecía al hombre y Dios era pensado como el referente: todo hace referencia a Dios, pero era el hombre quién elaboraba la verdad. Con la ley ocurría lo mismo: la ley divina caía bajo la responsabilidad de los hombres, siendo Dios y su teoría la referencia.

A partir de los humanistas del Renacimiento se empezó a gestar y ofrecer un nuevo paradigma a los individuos en la medida en que ahora el hombre iba a empezar a ser considerado el centro de todas las cosas y la medida de ellas: el saber de los antiguos se enfrentaba a la ley medieval, amparo de la religión y la aristocracia. El resurgimiento del derecho romano significaba la posibilidad de la defensa del individuo por encima de todo tipo de creencia para el bien de una comunidad y con ello se empezaba a elaborar un nuevo concepto de hombre: el hombre moderno del siglo XVII se estaba abriendo paso ya en el siglo XIV. ¿Qué caracteriza al hombre moderno? Brevemente, la defensa del individuo que busca su propia libertad, pero que no discute la existencia de Dios. He aquí las dos tradiciones: por un lado, la tradición grecorromana significa una vuelta al derecho del individuo, y por otro la tradición cristiana consiste en la creencia de la existencia de Dios y con ello la creencia de que todos somos iguales ante Él. Así, aquello que caracteriza al hombre moderno, en tanto que síntesis de ambas tradiciones, es la creencia de que todos los hombres son iguales ante la ley y todos tienen derecho a su libertad individual. De alguna manera, el contenido de la religión cristiana se vestía de la formalidad antigua, y la igualdad ante Dios se transformaba en la igualdad ante la ley de todos los seres humanos.

5. Prise_de_la_Bastille

Prise de la Bastille de Jean-Pierre Houël, 1789. En la Bibliothèque Nationale de France

Occidente no ha escapado de esta tradición, sino que se mantiene en ella: el hombre que empezó a gestarse en el Renacimiento por gracia de los humanistas sigue siendo el hombre de occidente del siglo XXI porque sigue en la misma tradición de la búsqueda de la libertad. Ésta reza que todos los seres humanos, sin distinción de raza ni de clase, son considerados iguales (como enseña la doctrina cristiana que somos ante Dios), pero también dota al ser humano de responsabilidad, es decir, que es él mismo quien debe ocuparse de su libertad, lo cual quiere decir que es el mismo ser humano quien debe dotarse de leyes que le permitan ejercer las libertades individuales de cada uno (individualidad heredada de la tradición grecorromana). Esta unión de tradiciones ha permitido todo un cambio socio-cultural que ha configurado una nueva tradición cuyas bases se sustentan en una doble creencia: se ha recuperado la noción de libertad del individuo perdida en la creencia cristiana al servicio de Dios, pero a la vez se ha mantenido la igualdad de todos bajo una misma creencia. Por ello es necesario que para que todos seamos tratados como tal se requiere creer que todos somos iguales ante ella, es decir, una creencia que rompa las diferencias individuales para supeditarlas a un bien común de todos y cada uno de los individuos, siendo la teoría de la tradición judeocristiana la que ha intentado romper todas las barreras sociales y clasistas al poner a todos los individuos como iguales ante Dios. Podemos decir, pues, que el hombre moderno es una síntesis entre lo humano individual y lo divino ideal en tanto que su tradición insta a defender las diferencias individuales dentro de una igualdad de posibilidades, tildando de injusto aquel acto en el que una individualidad no es considerada por igual ante las otras.

6. mural gandhi en Estelí

Mural dedicado a Gandhi. Se encuentra en La Villa de San Antonio de Pavia de Estelí o Estelí, en Nicaragua. Proyecto realizado por la Fundación FUNARTE, Fundación de apoyo al arte creador infantil. Waldir Ruiz

La tradición de la libertad de Occidente tiene su esencia en la incesante búsqueda de la misma. Determinar si es buena o mala dependerá de cada uno, pero nos indignamos cuando las libertades, individuales o colectivas, no son respetadas. Por ello, podemos considerar la tradición de Occidente como la de la búsqueda de la libertad todavía no encontrada, libertad que se basa en el respeto del individuo y del otro diferente, una tradición que está constantemente reviviéndose y rencontrándose, una tradición que trasmitimos de generación en generación, ya que nos concierne a nosotros mantenerla viva, y en tanto que es nuestra, nuestra es la labor de construir un mundo en el que se pueda ser libre, como señaló Emmanuel Levinas.

Lo interesante de la recuperación de los textos paganos durante todo el cristianismo es que se recobró un pensamiento olvidado, pero que no sustituyó al vigente: la recuperación de la tradición grecorromana no excluyó la tradición cristiana, sino que ambas, en su unión constante y progresiva, se transformaron en la actual tradición occidental. De alguna manera, así como la Iglesia necesitó de los textos antiguos para justificar sus teorías religiosas, también el hombre moderno utilizó los textos paganos para defenderse del poder institucionalizado de la Iglesia, así como utilizo el cristianismo para defenderse de los abusos de poder de los individuos más poderosos. Tal vez lo interesante sería preguntarnos si la tradición occidental puede ser necesitada por otras culturas y tradiciones para buscar su propia libertad.

Portada: Creación de Adán de Miguel Ángel. Fresco del techo de la Capilla Sixtina, 1511

[i] Como bien dice el Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».

[ii] Formación íntegra del hombre en todos los aspectos fundada en las fuentes clásicas que debía restaurar todas las disciplinas que ayudaran a un mejor conocimiento y comprensión de los autores de la Antigüedad Clásica

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Juan Carlos González Caldito

Nacido en Igualada (Barcelona) en 1987, es licenciado en Filosofía por la Universitat Autònoma de Barcelona, becado Erasmus en la Université de Caen Basse-Normandie, magister en Filosofía teórica y práctica por la UNED, centrado en Historia de la Filosofía y Pensamiento Contemporáneo, y magister en Profesorado de Educación Secundaria en la Universitat de Barcelona. Docente de filosofia en secundaria y especialmente interesado en la filosofía, historia y política moderna y contemporánea. Colabora en otros medios como Infoanoia, prensa local de su ciudad natal, Iniciativa Debate y Reflexiones Marginales Revista de Filosofía, así como a publicado en otras revistas filosóficas. Autor del libro La filosofía trágica de Nietzsche. Ontología del espíritu libre (descargable gratis en http://arkhe1.emiweb.es/)

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© 2019 MITO | REVISTA CULTURAL. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido protegido por derechos de autor. ISSN 2340-7050. NOVIEMBRE 2019.

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