Saga de los habitantes de Eyr
Un paisaje (ilustrado, fotografiado) puede ser ejecutado como fin en sí mismo o bien para destacar un elemento determinado que se encuentre presente en él. El mismo recurso puede ser empleado en el campo literario con resultados sumamente sofisticados.
Comencemos con una definición: escritor es todo aquel individuo que aspira a ser, en el campo literario, lo que Napoleón Bonaparte en el terreno militar: un estratega exitoso. Estructura su texto desplegando diversos mecanismos verbales cuyo fin último es potenciar la función expresiva del mismo. La obra literaria pretende ser una fuente de significados presentados al lector y la misión del autor es darle realidad a esta pretensión.
No me estoy refiriendo a la transmisión de un mensaje como objetivo explícito de la obra en sí (no ahora, por lo menos): no me referiré a alegorías, fábulas ni sátiras. La afirmación inicial alude a la voluntad autoral de estimular en el lector la recepción deseada; lograr que su obra sea leída de una manera determinada, que se perciba en ella lo que deseara que se percibiera.
Ahora bien, aceptada la condición del autor como artífice, hemos de preguntarnos por los mecanismos movilizados para transmitir al lector la misma carga semántica con que pretendió dotar el autor al texto. ¿Cómo infundir en el otro la misma sensación, la misma impresión que genera en nosotros una imagen, una situación, una emoción? Veamos un ejemplo:
Se trata de la descripción de una “hermosísima criatura”: “Era una jovencita de dieciséis o diecisiete años, de estatura pequeña, pero esbeltísima y elegante, de formas delicadas, con la cintura delgada, de piel tan rosada y fresca como una rosa apenas abierta“. La descripción física del personaje tiene dos funciones: por un lado, mostrarnos al mismo tal cual lo ve su compositor; por otro, brindar los argumentos necesarios para validar la afirmación de que el personaje descrito es una “hermosísima criatura”. Podrá responderse a esto que la belleza es una propiedad subjetiva, que las modelos de pasarela contemporáneas, escuálidas y casi esqueléticas, responden a un paradigma de imagen femenina muy diferente del que rigiera en la Europa septentrional del barroco, con sus diosas y sirenas de carnes abundantes y curvas pronunciadas.
La belleza, igual que cualquier otra abstracción, se enlaza en cada momento y en cada lugar con un cierto ideal compartido comunitariamente y que tiene raíces en la cultura. Por lo tanto, cuando Emilio Salgari pintaba con “cintura delgada, de piel tan rosada y fresca” al personaje lady Mariana en Sandokan no hacía otra cosa que reflejarse en su lector modelo, el cual compartiría sus mismos conceptos sobre belleza femenina.
Esta no es una preocupación adjudicable únicamente a autores modernos, que podríamos considerar a priori más imbuidos por inquietudes teóricas. Ambas situaciones se dan desde siempre, ya que las misma actividad autoral (y de esto es de lo que estamos tratando desde el comienzo del artículo) es una actividad auto-reflexiva.
El escritor quiere decir algo y determina el mecanismo que juzga más efectivo para ello. Virgilio pretendió glorificar textualmente a su protector Augusto y escribió una epopeya, la Eneida. Como hemos visto, Salgari quiso tipificar la belleza de su heroína lady Mariana Guillonk y compuso una descripción física concordante con el modelo de belleza apropiado a una mujer de origen europeo finisecular.
Pasemos ahora a analizar un caso notable de realización textual sobre una premisa ideológica determinada. Se trata de una saga de islandeses (Íslendingasaga, pl. Íslendingasögur), esto es, una narración en prosa escrita en alguna lengua vernácula derivada del nórdico antiguo y datable entre los siglos XIII y XIV, sobre personas que vivieron y eventos que acontecieron en los comienzos del estado libre islandés; en definitiva, una saga de islandeses es una novela histórica escrita y ambientada en la Islandia medieval.
Snaefellsness, Iceland, Nick Russill
La saga en cuestión se llama Saga de los habitantes de Eyr (Eyrbyggja saga), escrita hacia 1240. En ella se relatan los primeros dos siglos de la comunidad islandesa de Snæfellsnes, comenzando cronológicamente en torno al año 844 y finalizando en 1031.
Esta saga ha sido fuente de inspiración dentro del campo literario. Para mencionar dos nombres sonoros, a principios del siglo XIX el escritor escocés Walter Scott se inspiraba en ella para redactar su El pirata; finalizando la misma centuria Robert Louis Stevenson escribía The Waif Woman, basándose en una de las subtramas de nuestra saga.
Acerca de la La saga de los habitantes de Eyr se ha discutido mucho y desde posiciones radicalmente encontradas. La postura crítica inicial veía en ella un cúmulo de historias más o menos entrelazadas donde el factor común más intenso es meramente la región en la cual se desarrollan las diversas tramas; se llegó a escribir que el autor de la Saga de los habitantes de Eyr habría obedecido una vocación anticuaria cuando describía en detalle y haciendo hincapié en su desuso, costumbres pertenecientes al pasado.
El discurso de estos críticos concedía un cierto protagonismo a uno de los personajes de la obra, el goði[i] Snorri Þorgrímsson, pero más desde un enfoque funcional que ideológico: Snorri goði es el hilo conductor más fuerte de la saga más que su héroe o protagonista; aún recientemente se lo ha adscrito entre los villanos antes que entre los personajes positivos.
Posteriormente, con inicio hacia mediados del siglo XX, hubo una corriente revisionista que reivindicó la coherencia argumental de la saga.
Dos hipótesis, una formal, la otra ideológica, han cobrado popularidad en los últimos años: que el conjunto de los hilos narrativos de la saga está tejido en torno a la figura protagónica de Snorri goði y que este personaje es presentado por el compositor de la saga como un paradigma del líder necesario en su propio tiempo.
Aasgrim tras Snorri Goði en la saga Njáls
¿Cuáles son los mecanismos verbales desplegados para tal fin? Como veremos no dejan de ser sutiles, ni tampoco eficaces.
Los primeros ocho capítulos de la saga están dedicados al relato de la colonización de Snæfellsnes, dando inicio a este proceso el poderoso Þórólfr el Barbudo de Mostur, quien por motivos políticos debiera emigrar a Islandia (año 884). El discurrir de la saga entonces seguirá la línea genealógica que desciende de Þórólfr y cuyos integrantes mantienen una predominancia social destacada, siendo el máximo exponente de esta condición el goði Snorri, biznieto de aquél.
La región de Snæfellsnes se ve colonizada por sucesivas oleadas de inmigrantes, entre quienes destaca el clan del mencionado Þórólfr el Barbudo de Mostur y el de los Kjalleklingos (descendientes del potentado Kiallak el Viejo), familias rivales en conflicto constante por el poder.
Pero la saga no trata únicamente sobre las clases superiores (notoria diferencia con la generalidad de la literatura medieval); hombres libres de menor consideración social, libertos, siervos, vikingos y otros tipos sociales son también objeto de atención a lo largo de esta obra. Hagamos un repaso sucinto:
Úlfarr el Campeón llega durante la segunda generación de la comunidad y recibe tierras en la región de Eyr; es un hombre libre pero inferior socialmente a los descendientes de Þórólfr el Barbudo de Mostur, por ejemplo. Siendo así, cuando años después llega, formando parte de la retaguardia tardía de colonizadores, el vikingo Þórólfr Björnsson[ii], Úlfarr es desafiado por el recién llegado a duelo y siendo ya anciano, pierde la vida en el combate; de esta manera Þórólfr adquiere dominio sobre una extensión mayor de tierra pero inicia una extensa crónica de atropellos y delitos que culminan en su propia ominosa muerte, tras la cual vuelve como .
Myths of the Norsemen from the Eddas and Sagas (1909). Hélène Adeline Gueber
El hijo de Þórólfr (ahora llamado el Cojo debido a una herida recibida en su duelo con Úlfarr), Arnkell Þórólfsson, llega a poseer la dignidad de goði y se convierte en el principal rival de Snorri goði. Del inmenso conjunto de personajes que puebla esta obra, problamente Arnkell goði sea el que, en el marco de la recepción de la obra que realizamos desde nuestro enfoque cultural, resulte el más atractivo de todos por cómo es presentado. De él dice la saga: “Era el más fuerte de los hombres, buen conocedor de las leyes e inteligente. Era honesto y nadie en toda la zona era tan valeroso y popular”.
Sin embargo, este hombre, tan bien considerado por su sociedad y verdadero candidato a héroe de la saga, resulta asesinado por instigación de Snorri goði y su muerte queda impune.
Dos suecos son traídos a Islandia por un sujeto con desmedidas pretensiones de poder y señorío. Una vez en la isla, fuera de su entorno cortesano y guerrero original, introducidos en una sociedad campesina que sienten inferior a su propia categoría, se vuelven una amenaza para su propio señor y para la comunidad en general; nuevamente interviene Snorri y logra, mediante argucias muy propias de su temperamento astuto, provocar su muerte.
Þórarinn Þórólfsson el Negro, pariente de Arnkell, se presenta como un hombre pacífico, extraña postura en una cultura agresiva, pero cuando se resuelve a tomar las armas para defender a su familia y demuestra así que es, precisamente, un hombre de paz y no un cobarde, es desterrado de Islandia.
Hacia el final de la saga se desencadena una eclosión fantasmática en la granja de Fródá, cuyos habitantes vivos asisten aterrorizados a las apariciones de una cantidad creciente de draugar. Estos no parecen interesados en abandonar la granja a sus ocupantes aún con vida, por lo que recurren (otra vez) al goði Snorri, quien aconseja el mecanismo apropiado para expulsar a los aparecidos.
A lo largo de la Saga de los habitantes de Eyr se pueden contabilizar unos sesenta personajes de un cierto realce, además de un cúmulo de personajes eventuales que suman tal vez otro tanto. Podríamos preguntarnos, ante una sobreabundancia tal en un espacio relativamente escaso de unas ciento treinta páginas, si no tenían razón aquellos estudiosos que consideraban a la saga una suma desaforada de episodios con protagonismos diversos sin más nexo que la copresencia de un individuo, Snorri, quien no siempre tiene parte directa en los acontecimientos.
Helgafell. Ulrich Latzenhofer
Precisamente en este punto es que se revela la sutileza del autor de la saga: la Saga de los habitantes de Eyr presenta un amplio y detallado paisaje humano, cuyas interacciones son múltiples y caóticas, como lo son en la vida real. Dentro de este paisaje hay ricos y pobres, poderosos y humillados, turbulentos y pacíficos, cristianos y paganos, seres naturales y sobrenaturales.
Algunos están señalados para la grandeza, como Arnkell; otros son víctimas de su entorno cultural, como Úlfarr el Campeón; los que buscan el poder por la violencia y la injusticia (Þórólfr el Cojo) o por el derecho y las reglas sociales (Þórólfr el Barbudo de Mostur). Ninguno se impone definitivamente, pues si bien unos mantienen sus prerrogativas en vida, las pierden o bien se ven amenazados a través de sus herederos.
Quien se mantiene incólume durante toda su trayectoria vital es Snorri goði; quien a diferencia del típico héroe nórdico no recurre irremediablemente a la violencia pero si es necesario lo hace y tan bien como el que más; quien sabe sostenerse en el poder y aún aumentarlo, sea por su participación directa en los eventos, sea por la influencia que ejerce sobre sus vecinos y parientes; en quien coinciden todas las tramas y con mano firme y delicada sabe manipular en su propio interés, lo cual termina redundando en el de la sociedad.
Es Snorri goði la figura singular, cuya inmersión en el paisaje humano que le rodea y a veces pareciera sumirlo, realmente le da realce e imperio. Relatar directamente los hechos de Snorri daría lugar a una historia sumamente interesante, pero el efecto de omnipresencia y omnisciencia que genera su persona tiene cabida a través de la influencia que manifiesta en ese paisaje turbulento y caótico que es la Saga de los habitantes de Eyr.
Portada: Eyrbyggja Saga, de Penguin Classics.
Para saber más:
- La Saga de los habitantes de Eyr (Eyrbyggja Saga). María Pilar Fernández Álvarez y Teodoro Manrique Antón (trad.), Tilde Ediciones, España: 2000.
- Elín Bára Magnúsdóttir. «An Ideological Struggle: An Interpretation of Eyrbyggja saga». University of Durham, Inglaterra Centre for medieval and renaissance studies: 2006.
[i] Goði, plural goðar: líder político a la vez que religioso de la Islandia medieval.
[ii] Hecho usual para los lectores de sagas es la reiteración masiva de un mismo nombre en distintos individuos. La adjudicación del patronímico (“hijo de …”) luego del nombre colabora para la singularización de un cierto sujeto.
[iii] Draugr, plural draugar: tipo de no-muerto antiguo escandinavo, parecido a un zombi o a un vampiro en su manifestación posmortem.
[iv] Berserkr, plural berserkir: guerrero antiguo escandinavo que luchaba en estado de trance, con fuerzas y resistencia sobrenaturalmente aumentadas.