Volver al primer amor
¿Podrá estar el primer amor relacionado con la televisión por cable? ¿Qué podrá tener en común un rey portugués del siglo XVI con la mentalidad del futuro? En estas líneas se busca de un modo humorístico y sencillo que el hombre ejercite a su miente, que hable sin tabús y reflexione sobre el estado actual de diversas categorías, con especial enfoque a la cultura. No hay secretos u omisiones, no se pretende crear un modo de pensar… Lo que se quiere es una filosofía que despierte, que nazca de la población un propósito: una sociedad culta a nivel mundial.
¿Qué ocurrió con nosotros? ¿Hace cuánto tiempo hemos dejamos de querernos? ¿Hace cuánto tiempo?
Hemos dejado… ¡Sí! Simplemente… Como todos, sin justificación real o verdadera. ¿Y hace cuánto tiempo?
Jamás hemos pensado que el ser humano cambiaría de un modo tan poco poético y veloz. Quizás no es su culpa, quizás es también una víctima de esta pérdida de amor por sí mismo y nunca lo supe. (Esto no lo creo, pero lo escribo, intentando que la imparcialidad esté aquí presente al máximo).
Lo que ocurrió de verdad tardó como la llegada de la primavera: sin que hubiéramos sentido en la piel los primeros rayos de sol, en apenas tres días, todos los árboles cambiaron su aspecto. ¿Cómo explicar a las nuevas generaciones? ¿Cómo explicar lo que hasta ahora no molestó demasiadamente a nadie? Es necesario volver. Volver a tener orgullo en nosotros, creer en futuros proyectos porque… al final, somos nosotros quien escribimos nuestro propio epitafio y el de toda la humanidad.

Alone © Yuliya Libkina
Empecemos por nuestro colegio, después por nuestra universidad. Ahora acuérdense de sus conocidos y amigos. Perfecto. Estamos todos en la foto. ¿Y por qué la hemos sacado? Para que tuviese de background algo real cuando nuestro amable lector leyese que durante toda su educación, y actualmente, despreciamos fuertemente la cultura, nuestro patrimonio, nuestro pasado y posibilidad de futuro. Se llama de capital cultural y en este momento de la Historia no vivimos para él o ni siquiera pensamos en poderlo expandir. La palabra “nerd” suena horrorosamente en nuestra mente, estamos convictos que aunque quisiéramos no teníamos tiempo para trabajar en este sector. ¡Imbéciles! ¿Hace cuánto tiempo hemos dejamos de querernos? ¿Hace cuánto tiempo que ser intelectual y conocedor ha dejado de ser elogiado, admirado y deseado? No lo entiendo y tampoco lo soporto. El espíritu humanista ha sido disimulado con la especialización, con todos los avances sociales y científicos pero no hay razón para que la Cultura, madre de todos, se deje, como si fuera un país lejano y oriental dónde una guerra civil con innumerables muertos no es suficiente para que sea noticia de interés mundial (sí, es una crítica al planeta, a sus dirigentes, cadenas de televisión y a todos los civiles desinteresados sobre la situación miserable en que vivimos). Y si no deja por libre voluntad, es elitista. Tómese el ejemplo de los canales por cable o satélite: la gran mayoría de los canales disponibles en estas pacotas son de cariz cultural, sea a nivel informativo, histórico, científico, culinario, de moda, entre otros. No hay argumentación posible en este servicio; ¡si eres pobre déjate de ilusiones sobre la tele!
No digo que la cultura por sí misma es una entrada para la felicidad. No prometo cosas utópicas. Lo que puedo decir y prometer es que la cultura hará que tu vida gane propósito, significado y quizás, después de tantas luchas interiores, la capacidad de contestar con convicción y conocimiento debido. Y si lamentamos eternamente la lucha interminable entre el corazón y la cabeza, seamos amigos de la pasión: para asuntos del corazón, el corazón, solamente; para asuntos de la cabeza, la cabeza informada. Y ya que estamos hablando de materias delicadas, pues que se arregle espacio para que el primer amor vuelva, o, a lo menos su intensidad en este proyecto.
La verdad es que hoy en día nos asemejamos a un muerto, a un ser que ya ha dejado de vivir, de buscar en todo la verdad y sus precedentes. La curiosidad, una de las inocencias de la vida que nos hace desear nunca crecer y perder tiempo, se ha perdido en las redes sociales… En un flaco interés por la exhibición del otro con sus estados tan inteligentes y útiles. Nos hemos condenado en monstruos-hombre, y el inconfundible poeta portugués ya lo sabía:
“Louco, sim, louco, porque quis grandeza
Qual a Sorte a não dá.
Não coube em mim minha certeza;
Por isso onde o areal está
Ficou meu ser que houve, não o que há.
Minha loucura, outros que me a tomem
Com o que nela ia.
Sem a loucura que é o homem
Mais que a besta sadia,
Cadáver adiado que procria?”1
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Sebastián I de Avis, ‘El deseado’. Rey de Portugal (1557-1578)
Es necesario hacer una breve contextualización del poema citado aparte de su mensaje propio. D. Sebastião (o Sebastián en el reino de hispano-hablantes) fue un rey Portugués en el siglo XVI y a la edad de catorce años (1578) fue por su propia voluntad combatir en la conquista del norte de África, en una batalla que la historia llamó de Alcácer-Quibir. Sin una estrategia adecuada así como su inexperiencia visible, llevó consigo varios nobles portugueses y, sin que lo pudiera prever, su vida terminó en esta aventura por territorios africanos. Muerto, vivo, prisionero… Jamás lo sabremos, la verdad es que no ha vuelto a su reino. Sin herederos o sucesores directos, el trono portugués vivió tiempos difíciles, aceptando la dinastía Filipina de España como solución inevitable. En época de crisis el imaginario popular es graciosamente fértil y de este modo se justifica el mito del Sebastianismo, lo más portugués de Portugal: se cree que un día de densa niebla el monarca regresará a tierras lusitanas, terminando con todas las angustias existentes. Se hace del rey una especié de mesías, creyéndose que él se encuentra vivo, pues el cuerpo nunca fue localizado. Este movimiento místico secular tiene tanto de religioso como de militar, se perdona al mismo tiempo que se desea un héroe. El poema citado hace parte de una obra Pessoana, Mensagem, obra construida en un tono épico-lírico. Su publicación en 1934, durante el régimen fascista portugués, fue aclamada, aunque su mensaje metafórico iba más allá de la dictadura. Para Fernando Pessoa había llegado el momento para el cambio; si Portugal ya hubiera sido glorioso, ¿por qué razón ya no era? Hizo en esta obra una exaltación heroica de los portugueses, en busca del patriotismo perdido, ejemplo de eso es la exaltación presente en la primera estrofa de este poema. La locura, la ambición, el deseo de querer más, mejor hasta el ideal no es un sueño, es una posibilidad evidente por la cual tenemos que luchar. Al final, será la apología de este sueño, de esta locura, la posibilidad de realización personal.
Del mismo modo que Fernando Pessoa habló al pueblo Portugués, yo quiero hablar a los lectores: quiero despertar sus conciencias, que deseen grandeza, que deseen el sueño, la fuerza inherente a la creación. El mito surge así, de un modo inequívoco, como la fuerza catalizadora de la acción, no dejando espacio para dudas, terminando el poema con una interrogación retórica/deseo final del sujeto poético, que no seamos bestias, que tengamos la osadía de ir más allá del pensamiento.
Este mito tiene tanto de trágico como de romántico y por eso mismo define lo que es ser portugués. No que los portugueses tengan siempre una esperanza no correspondida, una falsa ilusión en todo. Lo importante es acreditar con todas las fuerzas en el sueño, en el ser humano. Tener voluntad para presentar sus ideas e ir adelante, creyendo que el mérito llegará. Mitos, leyendas han formado su propio universo característico siempre presente en la memoria colectiva, ¡lo exploraremos!
Espero que la propuesta cultural aquí implícita no sea tomada como lágrimas en la lluvia y se haga (efectivamente y gloriosamente) oír. ¡Investid, aventureros!
¿Hace cuánto tiempo hemos dejamos de querer a nosotros mismos?
1 Loco, sí, loco, porque quise grandeza
Cual la Suerte no la da.
No cupo en mí mi certeza;
Por eso donde el arenal está
Quedó mí ser que hubo, no el que hay.
Mi locura, otros que me la tomen
Con el que en ella iba.
Sin la locura qué es el hombre
Más que la bestia saludable,
¿Cadáver prorrogado que procrea?