Las fallas valencianas son conocidas como la fiesta por excelencia de esta Comunidad Autónoma. Esta festividad surgió a lo largo del siglo XVIII, y con el tiempo fue sufriendo una metamorfosis hasta consolidarse en lo que es hoy en día. Ritual pagano y religioso que condensa durante todo el año los pensamientos y acciones de los valencianos.
No es solo una fiesta de una semana, las fallas son, un pensar y hacer cotidiano de todos los valencianos. Cuando se terminen de quemar las fallas, el próximo 19 de marzo, todos los Casales estarán pensando y proyectando sus esfuerzos en las del año próximo. No es solo una festividad, es una institución que rige el sentido y la identidad de la mayoría de los pobladores de esta región. Todo está impregnado de ella, desde lo doméstico y público a lo privado, desde las organizaciones barriales hasta los organismos gubernamentales. Es una fiesta compleja en donde se condensan todas las esferas de la vida cotidiana y se ejerce la identidad valenciana.
Existen varias versiones sobre el origen de las Fallas Valencianas, la más popular y oficial es la que versa sobre la quema de trastos en vísperas de San José. Aproximadamente desde el siglo VXIII, los carpinteros valencianos, en honor a su patrono, quemaban frente de sus talleres o plazas públicas los sobrantes de madera junto con las tiras de madera que utilizaban para elevar los candiles durante los meses de invierno. Recibiendo la primavera y haciendo limpieza en sus talleres, se deshacían de estos desechos acumulados durante el invierno. Si miramos la etimología de la palabra falla o falles en valenciano nos remontaremos al valenciano medieval, en donde se hace referencia a ella con el significado de antorcha, nada más claro para estas fiestas del fuego.
Otra de las versiones relaciona a esta festividad con el ritual pagano de la quema, es decir, hacer hogueras y quemar lo viejo para entrar en lo nuevo, que fácilmente puede estar unido a los solsticios del año, en este caso del paso del invierno a la primavera. No es difícil encontrar otras celebraciones similares, por ejemplo, la de San Juan el 21 de junio. Aun así existe otra forma de explicarlas; según algunos investigadores pueden estar relacionadas con la construcción de peleles, es decir, en la construcción de un muñeco que represente algo no grato, que luego es quemado en la hoguera; muy típico para carnavales, como por ejemplo la quema del Rey Momo.
Lo que se tiene claro es que surgen en un contexto carnavalesco satírico y barrial, cargadas de crítica social y enmarcada en la cultura popular.
Sabemos que durante el siglo XIX, más precisamente en 1870, las fallas sufrieron una pequeña censura que la presión de los valencianos supo resolver en 1885. Para poder resolver este conflicto se comenzó a realizar competiciones entre fallas. Así fue como vecinos de un mismo barrio se fueron reuniendo y dando lugar a la construcción de una falla más estética. Esto inevitablemente dio origen a los “casales falleros”, comisiones de vecinos que se agrupan por barrios, los cuales organizan y construyen la falla. Según cuenta Antonio Ariño Villarroya el ascenso de las Fallas se logra tras varios intentos fallidos de las clases dominantes de la cuidad en crear una fiesta alternativa, fue así que las clases medias protagonizaron el cambio estético de las Fallas. Se introdujo la figura de la fallera mayor y falleros de honor que fueron los actores simbólicos que actuaron como intermediarios entre clases altas y medias. Esta fiesta popular se intensifico entre 1927 a 1936 cuando la festividad se convirtió en fiesta mayor de la cuidad y la mas típica de la Comunidad Valenciana.
Pero todo no fue fiesta, durante la Guerra Civil fue censurada. Terminada la guerra la fiesta fue retomada aun con más fervor. Ariño Villarroya cuenta que las fallas de postguerra son reiniciadas por los detentores del poder municipal. Desde el Ayuntamiento se auspicia la creación de la Junta Central Fallera y se dictan normas de control total de los temas y de las manifestaciones públicas. Como consecuencia esta fiesta deja de ser ajena en relación con el poder político.
Las Fallas Valencianas supusieron un antes y un después de la Guerra Civil Española: la primera etapa, antes de la guerra, conjeturó la transformación de un habito barrial a una fiesta popular que poco a poco constituyó la identidad de los valencianos, luego, después de la guerra, esta festividad se retomo con mas febrilidad, en donde no solo participan los sectores populares y las clases medias, sino que también comienzan a intervenir organismos públicos.
Actores y actos actuales
Actualmente esta fiesta no es solo una festividad popular de bajo alcance, sino es una gran empresa artística y turística, cargada de múltiples eventos y actores, densamente institucionalizada.
El protagonista central es el monumento fallero, la construcción del mismo nuclea a todos los demás actores. Este será el que entre en competencia por el mayor galardón. Pero detrás de él se esconde una multiplicidad de actores que le dan sentido.
Uno de estos actores son los Casales Falleros o Comisiones Falleras. Hoy en día esta institución nuclea muchas actividades pre y post fiesta, se ha convertido en un centro cívico, social y cultural de la Comunidad Valenciana. No solo funcionan como organizadores de la festividad, también funciona como centro social. Estas son las encargadas de la construcción de las fallas y de la organización interna de los actos de cada asociación. Pueden contar con un artista fallero, quien se encarga de diseñar y construir la falla y demás elementos artísticos de las fiestas. Tal es la importancia de esta figura que constituye uno de los gremios más importantes de la Comunidad.
Como ya se menciono antes, la Junta Central Fallera es la que regula la elección de las fallas más sobresalientes de cada categoría y organiza todos los actos centrales de la festividad. Este organismo está ligado estrechamente con el ámbito gubernamental.
Las figuras individuales más representativa, es la de la Fallera Mayor, jóvenes elegidas por cada comisión directiva de los Casales las cuales están presentes en cada acto con sus trajes típicos.
En cada acto estarán presentes los representantes idóneos de cada institución, las falleras mayores, directivas de los Casales, directivos políticos y los infaltables artefactos pirotécnicos.
La celebración comienza el último domingo de febrero, día de La Crida, a los pies de las Torres Serranos en Valencia. Con este acto lo que se pretende es dar comienzo a las fiestas, una especie de inauguración de la festividad. A partir de aquí se suceden números actos y fiestas: se exponen los ninots (pequeños muñecos de una falla) que quedan sujetos a votación popular para ser indultados de la quema, se realizan cabalgatas, trenes falleros, desfiles folklóricos con las vestimentas y música típicas, la mascletà (composiciones musicales pirotécnicas) , castillos de fuegos artificiales, calles luminosas, entre otros eventos.
Entre los días 14 y 15 de marzo las fallas se “plantan”, es decir se exponen en las calles de toda la cuidad, es aquí cuando la Comisión Fallera entra en acción visitando cada monumento para seleccionar al ganador. En estos días se intensifica la fiesta, por las mañanas se despierta a los vecinos con la famosa y ruidosa “despertà” y por las noches grupos de música y discos móviles amenizan las fiestas en cada falla. Entre los días 17 y 18 se realiza la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados en la plaza del mismo nombre. Las miles de ofrendas florales tejen el manto de la gran virgen erguida en la plaza. El 19 se realiza la Cabalgata del Fuego como preludio a la noche de la quema de las fallas y por último la misma noche arden en llamas las fallas en la “Nit de la Cremà”.
Actualmente estas fiestas atraen a centeneras de turistas extranjeros como nacionales, las calles se colman de gente, el ambiente huele a pólvora constantemente. Entre edificios y parques se dejan entrever las enormes figuras de las fallas recordando con lástima que se quemarán. A pesar de ser una fiesta muy vivida por gran parte de la población existen también contras, inevitables en toda fiesta, ha recibido muchas críticas por parte de algunos sectores de la población: las calles se colapsan, es imposible transitarlas en coche, el peligro de la pirotecnia deja algunos heridos, las mascletas producen contaminación acústica, el derroche de dinero público y algún que otro tinte político. Aun así ninguna de las desventajas frena el fervor popular, los aplausos agitados que produce el final de una mascleta, el asombro al ver los fuegos artificiales o las enormes figuras de las fallas.
Poco a poco se fue convirtiendo en la fiesta de los valencianos por excelencia y constituyo parte de su identidad colectiva.
La incorporación de nuevas instituciones, nuevos actores y actos hacen cada día más compleja su estructura. Tras la Guerra Civil, esta fiesta sufre una formalización de sus elementos y se podría decir que la practica fallera se convierte en una liturgia civil; fiesta civil y laica con pinceladas religiosas; cargadas de actos, eventos simbólicos y la aparición de espacios sagrados. Tiene una trascendencia total, no es solo la fiesta mayor de la cuidad sino la proyección simbólica de todos los valencianos.
Aun sin tener un origen concreto, sabemos que es más complejo, los rituales populares son muy versátiles y dinámicos, se van adaptando incansablemente a medida que pasa el tiempo, cobran significado cada vez que se los festeja y se resignifican cada vez que se los practica.
Fotos © Diana Ramos
Para saber más:
Ariño Villarroya, Antonio. La fiesta de las Fallas. Una liturgia civil del valencianismo temperamental. Revista de Antropología Social, 1992, (1): 29-60, 52 Ref.
Ariño Villarroya, Antonio. La cuidad ritual. La fiesta de las Fallas. Ed, Antrophos, 1992.
González Alcantud, José Antonio; Buxó Rey, María Jesús; Centro de Investigaciones Etnológicas Ángel Ganivet. El fuego. Mitos, ritos y realidades: coloquio internacional. Granada, 1-3 de febrero de 1995.Anthropos Editorial, 1997.