Por Alba Pintado Gasalla
Un domingo al año Europa se despierta con resaca de brillos y purpurina tras una noche de desenfreno musical, pasiones desmedidas, patriotismo, celebraciones y orgullos heridos. Año tras año, y ya van 60, en un sábado de mayo se celebra uno de los acontecimientos más importantes en el continente: el Festival de la Canción de Eurovisión. Surgió en 1956 con el objetivo principal de difundir la idea de unión entre todos los países y culturas del continente, así como valorar y promocionar las diferencias, dando visibilidad a todas las minorías a través de la música. Hoy en día es una de las mayores plataformas de difusión de la música europea en el mundo y supone una oportunidad para que artistas de diferentes países y culturas se den a conocer. Se hace complicado pensar que exista alguien en Europa que no haya visto en televisión alguna de sus ediciones o no haya escuchado alguna de las canciones participantes, pues muchas se han convertido en grandes éxitos radiofónicos y de ventas.
Nargiz Birk-Petersen y Eldar Gasimov, presentadores del LVII Festival de Eurovisión de 2012, en el Baku Crystal Hall, en Azerbaiyán. Vugar Ibadov
El Festival de la Canción de Eurovisión se ha transformado por completo en sus 60 años de existencia, con apenas una decena de participantes (7 en la primera edición de 1956: Bélgica, Francia, Alemania Occidental, Italia, Luxemburgo, Holanda y Suiza; a los que se sumarían Austria, Dinamarca y Reino Unido un año más tarde)[i] , hasta llegar a los 40 participantes en esta última edición de 2015. A lo largo de la historia del Festival han participado un total de 52 países diferentes, y cualquiera de los 56 países con miembros activos en la EBU-UER[ii] podría participar en el Festival si así lo desease.
Los cambios más significativos se han producido, sin embargo, desde el comienzo del siglo XXI. Las normas del Festival se han acomodado a las nuevas realidades, para permitir la participación de un número creciente de países e incluso el sistema del concurso se ha visto modificado debido a este aumento en el número de participantes, al punto de que actualmente se realizan dos semifinales eliminatorias en los días previos a la gala final por lo que el Festival ya no es un evento de una noche, sino un programa repleto de actividades a lo largo de una semana. Además, en los últimos 15 años, el Festival de la Canción de Eurovisión ha ido mutando a un mero espectáculo televisivo, en el que las actuaciones más llamativas, independientemente del nivel musical, han tenido mayor éxito.
El pavo Dustin, representante de Irlanda en 2008. Daniel Aragay
Debido a la evolución del Festival, se ha producido una pérdida de interés en algunos sectores de la población europea, y no solo por el posible rechazo a las excentricidades del festival. Algunos echan en falta la participación de grandes artistas de renombre, la elegancia y sofisticación de las primeras décadas del festival, y consideran que el nuevo modelo no refleja el panorama musical de cada país. Otros no se sienten identificados con los estilos de música que predominantemente participan en el Festival debido a la prevalencia del género pop más comercial.
Además, desde la implantación del televoto, los resultados son más susceptibles de ser influenciados por razones geopolíticas o sociales que se alejan del criterio puramente musical. Las relaciones diplomáticas entre países así como los movimientos migratorios entre países pueden verse reflejados en las votaciones de Eurovisión. Mediante el estudio de estas votaciones se han podido establecer ciertos bloques de países que suelen darse mayor cantidad de puntos o que por el contrario tienen a ignorarse mutuamente. Sin embargo, estas divergencias se producían igualmente cuando los votos eran otorgados por jurados profesionales[iii].
Otro foco de protestas es la existencia del “Big Five”. Alemania, España, Francia, Italia y Reino Unido se encuentran en una situación de privilegio y no deben realizar la fase previa de selección mediante las semifinales, y que por lo tanto pasan directamente a la final. Esto se debe a que son estos países los que más aportaciones económicas realizan para la organización del Festival.
Finalmente, los aspectos morales también influyen en el Festival. Para que un país pueda formar parte del Festival de Eurovisión debe emitir el evento por completo. Marruecos, que participó en el año 1980, no ha vuelto a la competición porque prefiere retransmitir el Festival introduciendo espacios publicitarios en los momentos que considera que no son aptos para su público. Otros países como Libia o Túnez que en algún momento iniciaron los trámites para participar en el festival están también en esta misma situación.
Una luz en dispersión
Más allá de estas cuestiones, Eurovisión es un espectáculo que alumbra al mundo por la grandiosidad de los escenarios y las puestas en escena, la ostentación de recursos y al eclecticismo y excentricidad de las actuaciones. La repercusión que está obteniendo actualmente a través de los medios informáticos, especialmente las redes sociales, se debe a la universalidad de los ideales comunitarios del Festival y a esa magnificencia decadente con la que muchos países extracontinentales aspiran a competir. Por ejemplo, para la LX edición de Eurovisión China ha decidido por emitir la final de Eurovisión íntegramente a través del canal público CCTV, al mismo tiempo que crece el interés por el Festival en Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica o en algunos países de Latinoamérica.
De hecho, es especialmente significativo el fenómeno fan en Australia. Este interés se debe principalmente a que se trata de un país en el que la emigración europea conforma gran parte de la población y que mantiene fuertes lazos de unión con Europa, tanto cultural como socialmente. Después de mucho esfuerzo la pasión de los fans australianos ha conseguido que el país, pese a no ser miembro activo de la EBU-UER, participase por primera vez como invitado en el Festival de Eurovisión gracias a un acuerdo para celebrar el sexagésimo aniversario del Festival.
Guy Sebastian, primer representante de Australia en el LX Festival de Eurovisión, durante uno de sus conciertos
Por otra parte, las ideas de igualdad y unidad dentro de la diversidad promovidas por Eurovisión han sido especialmente bien recibidas en el seno de las comunidades LGBT que integran las minorías sexuales, y que han hecho suyo el mensaje de unión e inclusión del Festival.
Desde la década de los 80, Eurovisión se ha convertido en la base de una red fan transnacional constituida en su mayoría por hombres gay que celebra la diversidad sexual así como la diversidad cultural y musical de Europa. La comunidad gay masculina es la más participativa en eventos y actividades eurovisivas, posee el control de gran parte de las web y comunidades de fans por todo el mundo y han llegado al punto de convertirse en un auténtico lobby que influye notablemente en los resultados de las votaciones. Independientemente del tema de la sexualidad, los movimientos queer han encontrado en Eurovisión un lugar perfecto para transgredir las normas sociales tradicionales.
Conchita Wurst, ganadora del LIX Festival de Eurovisión, con el trofeo que la acredita como vencedora. Albin Olsson
Dentro de estos grupos la semana en que se celebra el Festival de Eurovisión se transforma en una semana de celebración de la propia sexualidad y se vive una relativa normalización de las relaciones sociales. Además, recientemente se ha convertido en tradición realizar una marcha en la tarde anterior a la final de Eurovisión por las calles de la ciudad organizadora así como en otras ciudades de Europa, con el fin de reclamar la igualdad de derechos para las parejas del mismo sexo. Por ejemplo, en Alemania, las marchas de Eurovisión son casi tan importantes como las del Día del Orgullo Gay[iv].
Estos movimientos sociales alrededor del Festival han tenido una fuerte repercusión en la organización y las candidaturas de diversos países, especialmente desde la participación en 1998 de Dana International representando a Israel. Además, la profusa actividad de estos grupos influye en los resultados, por lo que en los últimos años se ha podido comprobar cómo las candidaturas queer se han visto favorecidas por la promoción fan, mientras que países o representantes que se declaran explícitamente anti-gay suelen recibir peores acogidas. Uno de los ejemplos más recientes ha sido el rechazo a las participantes rusas en las dos últimas ediciones debido a las políticas anti-gay en Rusia.
Muchos artistas han realizado guiños a la comunidad gay como respuesta al interés de este sector y posiblemente esperando un mayor apoyo y una mejora en sus resultados, sin embargo no existen datos que demuestren la asociación entre al apoyo de la comunidad LGBT y la obtención de mejores calificaciones en las votaciones finales.
Primer beso lésbico del Festival en la actuación de la finlandesa Krista Siegfrids en 2013. Albin Olsson
Los gobiernos no son ajenos a esta relación y algunos de los países y ciudades encargados de la organización de las distintas ediciones han aprovechado el Festival para la realización de actividades específicas para la comunidad LGBT, y promocionan sus políticas más integradoras hacia la comunidad queer en un intento de atraer la mayor cantidad posible de turistas. Los casos más paradigmáticos son los de las tres últimas ediciones en Suecia, Dinamarca y Austria. Las tres organizaciones centraron su campaña de promoción del festival en la comunidad gay, promocionando las agendas culturales de la ciudad y acomodándolas a ese público en concreto. Suecia apostó por la transformación de uno de los edificios más emblemáticos de Malmö, sede del Festival de 2013, con lo que el rascacielos “Turning Torso” se pintó con los colores del arco iris para recibir a los fans durante las semanas previas al Festival[v]; el programa “Gay Copenhaguen” se utilizó para dar a conocer el panorama cultural de la ciudad a través de su vida nocturna[vi], mientras que Viena apostó por modificar las figuras de los semáforos de toda la ciudad para incluir parejas tanto hetero como homosexuales[vii]. Además, se ha convertido en costumbre la realización de marchas a favor de la igualdad de derechos para los colectivos LGBT la tarde anterior a la final del Eurovisión, hasta el punto de que en Alemania se considera una fiesta nacional queer, tan importante como el Día del Orgullo Gay.
Pero mientras que en algunos países de la Europa occidental se celebra la diversidad sexual, lo cierto es que en otros países europeos donde las minorías sexuales y de género no están legalmente reconocidas (e incluso pueden ser castigadas), el Festival de Eurovisión se ha transformado en la única vía de escape para este colectivo durante unos días. En estos lugares, ser fan de Eurovisión puede llegar a considerarse como un equivalente velado a revelarse como gay dentro de la comunidad, pero sin las penalizaciones que supondría hacerlo de forma explícita.
Imagen de portada: Graham Norton y Petra Mede, presentadores del Festival de Grandes Éxitos de Eurovisión. Thomas Hanses (EBU), Guy Levy © BBC 2015
[i] http://www.eurovision.tv/page/history/by-year/contest?event=273
[ii] http://www3.ebu.ch/about/members
[iii] http://es.euronews.com/2012/05/21/eurovision-la-gran-conspiracion-del-voto/
[iv] http://www.helsinki.fi/jarj/sqs/sqs2_07/sqs22007rehberg.pdf
[v] http://www.eurovision.tv/page/news?id=malmoe_goes_gay_for_eurovision
[vi] http://www.eurovision.tv/page/copenhagen-2014/about/copenhagen/gay-copenhagen
[vii] http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/05/150513_viena_semaforos_iconos_gay_ig
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? PINTADO GASALLA, ALBA: «Eurovisión, una luz a través del prisma LGBT». Publicado el 26 de mayo de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.21 – URL: http://revistamito.com/eurovision-una-luz-a-traves-del-prisma-lgbt/ |
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