Principios para eliminar la distinción entre antropologías hegemónicas y periféricas.
Dada la distinción que se hace entre antropologías hegemónicas y periféricas, en este texto se plantean algunos principios básicos para borrar tal distinción y buscar que las antropologías periféricas tengan mayor influencia en el panorama mundial de la disciplina antropológica.
Desde hace algunos años, varios antropólogos han coincidido en hacer la distinción entre antropologías “hegemónicas” y “periféricas”, por hegemónicas se tiene a la inglesa, francesa y estadounidense[1]. Todas las demás por ende son periféricas. Tal distinción pretende hacer evidente y cuestionar las desigualdades que existen en la divulgación del conocimiento. Así, por ejemplo, el conocimiento antropológico generado en Latinoamérica o África, es muy poco conocido en los países llamados hegemónicos de la antropología.
Las desigualdades que denuncian estos antropólogos son evidentes. Sin embargo, no es suficiente hacer visible la distinción entre hegemonía y periferia, sino que es necesario formular maneras de proceder para borrar esta distinción. Por ello, se plantean en el presente texto algunas ideas orientadas a ofrecer principios básicos, desde los cuales, las antropologías llamadas hasta ahora, periféricas, puedan tener mayor influencia en el panorama de la antropología mundial.
En principio, hay que tener bien presente que, todo esfuerzo por lograr que ciertas antropologías ganen importancia en el mundo, debe ser continuo y con la idea en mente de que los resultados se darán a largo plazo; una vez que sean derribados algunos presupuestos al interior de la disciplina antropológica y que además, hayamos reformulado nuestras prácticas.
Uno de los presupuestos que convendría eliminar, es la división nacionalista de las antropologías (inglesa, francesa, etc.), que es el germen de la otra división: la de antropologías hegemónicas y periféricas. Sería interesante preguntarle a un Bruno Latour si se considera parte de algo llamado “antropología francesa”, o a un Marshall Sahlins si pertenece a una “antropología estadounidense”. Quizá ellos dirían que sólo hacen antropología.
Seamos sinceros, el peso que tienen las antropologías de ciertos países, no es gracias solamente a un sistema interno y que exportan al exterior, sino, en mayor medida, al impacto que generan las teorías de algunos de sus autores en el extranjero. Los sistemas internos, es decir, las formas ideales por las que se produce conocimiento antropológico, pueden ser igual de locales en México como en Inglaterra, Francia, Estados Unidos, etc. Es más, tales sistemas son resultado de la asimilación de las propuestas teóricas y metodológicas de unos cuantos antropólogos. Y como ya sugerimos anteriormente, los autores no representan necesariamente una forma particular nacional de hacer antropología. Por lo cual proponemos que, leamos a cada uno de los antropólogos no como representantes de un tipo de antropología nacional, y si como autores individuales.
En el momento en que leamos a los antropólogos como autores individuales, las nociones de “antropologías nacionales” (francesa, inglesa, mexicana, etc.) sufrirán un colapso, y se abrirá la posibilidad de una práctica antropológica diversa, con la cual, como proponen Gustavo Lins Ribeiro y Arturo Escobar[2], no se escribirá desde un punto de vista nacional.
Es posible poner de ejemplo a la literatura. Sería muy difícil encontrar a un lector serio que, por encima de la diversidad de formas y contenidos que existen en todo el mundo, escoja de entre todas las literaturas, las pertenecientes a una cuantas naciones, y les adjudique un valor especial frente a las otras. Sabe, ese lector serio, que si así lo hiciera, estaría injustamente relegando a una infinidad de valiosas expresiones artísticas a un estatus menor.
Así como es necesario cambiar la forma en que leemos, la práctica de la escritura antropológica debe ser de igual modo transformada. Pareciera que consideramos a la escritura sólo como una herramienta para comunicar, y olvidamos que es, al mismo tiempo, una herramienta para pensar y hacer pensar al lector. Se producen textos tan “claros”, que el lector no tiene la oportunidad de inferir por sí mismo lo que el autor pretende con su texto. El antropólogo, en un afán por ser lo bastante transparente, intenta explicar y justificar cada enunciado, también su intención, su metodología.
Este exceso de “claridad”, que a primera vista parece beneficioso, tal vez sea todo lo contrario, ya que crea lectores pasivos, acostumbrados a que todo les sea dado, explicado, y no tengan que hacer un esfuerzo de reflexión y porque no, de imaginación. Tampoco pretendemos que los antropólogos escriban de manera oscura, simplemente que en lugar de explicar cada idea, se puede ofrecer una escritura que poco a poco vaya revelando la intención del autor, y a su vez, involucre a quien la lee en el desenvolvimiento de las ideas. Ello generará lectores inteligentes.
Un aspecto cuestionable de la disciplina antropológica, ya mencionado por Tim Ingold, es el de tener a la antropología y la etnografía por dos etapas distintas de un mismo proceso, cuando en realidad cada una responde a un proceso distinto.
En opinión de Tim Ingold, la etnografía “está encargada de la descripción de los diferentes mundos vividos [y] la antropología es una investigación en las posibilidades y potencialidades de la vida en el único mundo que habitamos”[3]. La antropología, es un esfuerzo por, en palabras del mismo Ingold, “acompañar” a las personas en una reflexión sobre cómo podría ser la vida.
Tal separación, permite dejar a un lado la idea de que la teoría surge de la descripción; que en un momento dado, gracias al “haber estado ahí” y como consecuencia de la recolección minuciosa de datos empíricos y su posterior análisis (generalmente muchos años después), resultará una teoría capaz de dar cuenta de lo que sucede en la práctica. Tanto la descripción como la teorización son dos ejercicios distintos, que el estudiante de antropología intentará, constantemente, llevar a la práctica, para ir poco a poco adquiriendo las habilidades que conllevan las dos actividades.
Cambiar las formas en las que se lee, se escribe y practica la etnografía y la antropología, es el sustrato más elemental del que debe partir el proyecto de una antropología original e influyente, por encima de la problemática del idioma en que se encuentre escrita, sea español, portugués o cualquier otro. Así, toda antropología será indispensable. Un antropólogo ingles deberá leer necesariamente a un mexicano y viceversa, a riesgo de perderse de algo fundamental si así no lo hicieran. En este escenario ideal, tanto el dominar otros idiomas como las traducciones, resultan de suma importancia.
Rostros del mundo. Gerd Altmann
El carácter influyente, indispensable y original de las antropologías periféricas no se conseguirá en poco tiempo, sin embargo, es muy probable que, mientras se mantenga un espíritu de reflexión constante y, aprendamos “a hacer preguntas que surjan desde más allá del dominio académico reinante” [4], estaremos en posibilidad de comenzar una transformación en el panorama de la antropología mundial, caracterizado sobre todo, como ya se ha dicho antes, por sus desigualdades en materia de divulgación del conocimiento.
Por otra parte, si se pretende generar un conocimiento antropológico original, que influya en un contexto amplio de la antropología y no se limite a servir solo en un medio nacional, es importante partir de una perspectiva propia, que sea resultado de una circunstancia particular. Samuel Ramos, filósofo mexicano, en su obra El perfil del hombre y la cultura en México, nos insta a “buscar el conocimiento del mundo en general, a través del caso particular”[5]. Una situación particular tiende a generar una perspectiva propia, o como ya decía Leopoldo Zea, “el hombre, quiera o no, parte de sí mismo, de su circunstancia o situación”[6]. Por sobre todo, Ramos es consciente de que, una de las condiciones para producir conocimiento original, es no cerrar los ojos a esa visión genuina que se gesta en todo contexto particular.
El antropólogo pues, ofrecerá al lector, descripciones y reflexiones que partan de su situación particular, porque es de este modo que el lector (del país que sea), encontrará en ellas otras posibilidades de pensar un fenómeno o acontecimiento que quizá, a él nunca se le hubieran ocurrido, ya que a su vez, parte de una situación particular distinta.
Time to think out of the box de Frits Ahlefeldt
Esta consciencia de la “posición en el mundo” o “situación particular” es la primera condición para conquistar además de un conocimiento original, un “pensamiento vital”, tal y como lo concibe Samuel Ramos, como un pensamiento que no sólo parte de la vida, sino que vuelve a ella para ofrecerle nuevas posibilidades, nuevas formas de entenderla y vivirla. El pensamiento vital, dice Ramos, “sólo es el de aquellos individuos capaces de ver el mundo que los rodea bajo una perspectiva propia”[7]. La otra condición es tener bien claro el fin al que se quiere llegar.
El fin de toda antropología, es la de plantear soluciones a problemas relacionados tanto con la manera en la que se produce conocimiento, como con problemas de la realidad social. En cierto sentido, uno depende del otro, ya que la constante crítica al conocimiento antropológico, conlleva que el investigador diseñe mejores proyectos para entender y solucionar un problema social. El antropólogo entonces, está obligado a ser crítico y autocritico hacia interior de la disciplina y sus prácticas.
En esa búsqueda del antropólogo por encontrar soluciones, debe tener en cuenta que esas posibles soluciones tendrán como característica el ser si no en todos los casos, aplicables en diferentes contextos, si una pauta para que alguien más encuentre otros derroteros que sean más fructíferos.
Para concluir, si las antropologías llamadas periféricas pretenden ganar un lugar preponderante en el panorama mundial, no basta con evidenciar las relaciones de poder entre el centro y la periferia, y las desigualdades que de ellas se suscitan, es también importante que se generen estrategias y herramientas para lograrlo.
En la creación de estrategias y herramientas, sería un error dejar de reflexionar sobre las prácticas básicas que corresponden al antropólogo: la lectura, la escritura, la etnografía y la teorización. Al contrario, a partir de cambios en estas actividades, es posible el surgimiento de nuevas antropologías, que posean las herramientas necesarias para abrirse paso entre otras formas de generar conocimiento.
En resumen, de una lectura crítica pero también, abierta a las posibilidades que ofrecen las obras de los autores; una escritura que más allá de divulgar conocimiento, haga pensar al lector, porque no debemos ser simplemente comunicadores, sino analistas comprometidos con hacer reflexionar a los demás; también de una idea clara del punto de partida, el fin que se quiere conseguir y de no dejar a un lado la situación particular desde la que se escribe, emergerán nuevas formas de producir conocimiento antropológico, además de un “pensamiento vital”, que plantee nuevas y diversas maneras de ensanchar los horizontes de la vida y que, sobre todo, siguiendo a Tim Ingold, acompañe a la gente en un acto de reflexión, de imaginación sobre las posibilidades de la vida.
Imagen de portada: Museo de Antropología, México. Juan Luis Torres
Para saber más…
- Ingold, T. (2012). Ambientes para la vida. Conversaciones sobre humanidad, conocimiento y antropología. Trilce.
- Ramos, S. (1987). El perfil del hombre y la cultura en México. México: Espasa-Calpe Mexicana S.A.
- Restrepo, Eduardo. (2012). Antropología y estudios culturales. Disputas y confluencias desde la periferia. Buenos Aires. Siglo XXI.
- Ribeiro, Gustavo Lins y Arturo Escobar (eds.) (2008). Antropologías del mundo. Transformaciones disciplinarias dentro de sistemas de poder. Colombia. Envión.
- Zea, L. (1989). La filosofía americana como filosofía sin más. Madrid, España: Siglo XXI.
[1] Para saber más sobre esta distinción véase Restrepo, Eduardo. (2012). Antropología y estudios culturales. Disputas y confluencias desde la periferia. Buenos Aires. Siglo XXI.
[2] En Ribeiro, Gustavo Lins y Arturo Escobar (eds.) (2008). Antropologías del mundo. Transformaciones disciplinarias dentro de sistemas de poder. Colombia. Envión.
[3] En Ingold, T. (2012). Ambientes para la vida. Conversaciones sobre humanidad, conocimiento y antropología. Trilce.
[4] En Ribeiro, Gustavo Lins y Arturo Escobar (eds.) (2008). Antropologías del mundo. Transformaciones disciplinarias dentro de sistemas de poder. Colombia. Envión.
[5] En Ramos, S. (1987). El perfil del hombre y la cultura en México. México: Espasa-Calpe Mexicana S.A.
[6] Zea, L. (1989). La filosofía americana como filosofía sin más. Madrid, España: Siglo XXI.
[7] Ramos, S. (1987). El perfil del hombre y la cultura en México. México: Espasa-Calpe Mexicana S.A.
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