Diferentes actitudes y prácticas sexuales en distintas culturas.
La sexualidad está profundamente culturizada. Todo acto sexual se realiza de manera cultural y varía enormemente de un lugar a otro. “Todos conocemos bien los impulsos sexuales, pero hay formas muy diferentes de disfrutarlos” asegura la antropóloga Helen Fischer. En unas sociedades se expresa con más libertad que en otras y, aunque pensemos lo contrario, la nuestra no es la más liberal.
Según un estudio transcultural realizado sobre 186 sociedades y referente a 20 prácticas y actitudes sexuales, el 37,8% de ellas considera el sexo y la actividad sexual como algo absolutamente natural y normal. Para un 10,8%, sin embargo, existen ciertas limitaciones que dependen del grupo de personas del que se trate. Un 18,9% de los sujetos investigados ve en la práctica del sexo algo absolutamente arriesgado, y un 27% lo llega a considerar peligroso si no se adapta a las condiciones establecidas (tiempo, lugar, técnicas, etcétera). El 5,4 por ciento restante justifica su actividad sexual con algún tipo de compensación, como, por ejemplo las purificaciones rituales. (1)
Todas las sociedades controlan la sexualidad de la gente. En la nuestra, aunque nos pensemos sexualmente liberales, el sexo es tema tabú. Un ejemplo claro es el origen de la llamada “postura del misionero”. Luego de que James Cook conquistara Samoa, los misioneros anglicanos llegaron a la isla y descubrieron que los nativos disfrutaban libremente del sexo, lo consideraban natural y simplemente como un acto que daba placer y del que había que disfrutar. La posición más usada era la de la mujer arriba o en cuclillas. Los anglicanos, horrorizados, les transmitieron que el coito «natural» era el del varón arriba y con finalidad meramente reproductiva: «la posición del misionero».
“No puedes ahumar bien el pescado fresco si le pones el fuego encima. Pon la leña debajo” dice un proverbio de la etnia gun. Dicho de otra manera: “Para que el humo penetre bien en el pescado, la leña debe arder debajo” explica Agnès Agboton, cuentacuentos beninesa, discrepando sobre esta postura religiosa. (2)
Danza del fuego en Upolu (Samoa). Kronocide.
Sea como sea, “El buen pescado acaba aburriendo, pero el sexo siempre es divertido” dicen los mehinaku de Brasil. En Brasil, en Benin, en Samoa, y en cientos de otros lugares más los religiosos impusieron sus enseñanzas, pero aún hoy quedan resquicios de su manera especial de ver la sexualidad.
Los Huaorani es un pueblo que habita en la selva ecuatoriana entre los rios Napo y Curaray. Viven en pequeñas chozas llamadas «casas largas». La «onka» abriga de 10 a 30 personas de una misma familia. El tipo de residencia es matrilocal: el hombre, cuando se casa, se va a vivir a la residencia de su mujer.
Los Huaorani comparten todo en la casa larga, comida, juegos, enfermedades, sexo… No erotizan ni sexualizan su sensualidad: sensualizan la vida en común. Escriben Laura Rival, Don Slater y Daniel Miller:
«En esta cultura la sensualidad no se centra en los genitales, ni es dominio exclusivo de la heterosexualidad adulta; por ello no debe ser equiparable al «placer sexual». Los niños buscan el placer sensual tan activamente como los adultos (o quizá más) pues la sensualidad, que no requiere madurez sexual, es una parte esencial de la pertenencia a la colectividad. La cultura huaorani no erotiza la sensualidad, ni diferencia el placer genital de otros placeres corporales. Por ejemplo, no se distingue entre el placer y la satisfacción durante la relación sexual, el placer y la satisfacción de un niño o niña de tres años que acaricia el pecho de la mujer que los está alimentando, el alegre sentimiento de alguien que acaricia suavemente el cuerpo de un compañero cariñoso, la gratificación obtenida por la acción de despiojar la cabeza de alguien, o el placer de ser despiojado por manos expertas. Naturalmente es muy difícil para los occidentales aceptar que estas relaciones íntimas no estén erotizadas, y los periodistas sensacionalistas británicos los considerarían, casi sin duda, actos sexuales.» (3)
El que no sexualicen su vida no quiere decir que este pueblo desconozca o no valore las relaciones sexuales, pero esta sexualidad se centra en la reproducción. Para ellos hacer sexo es simplemente dos personas (hombre y mujer) realizando el coito en una hamaca, con fines reproductivos. Como es difícil que una mujer se quede embarazada en el primer coito, todos deben contribuir a la creación de niños, de ahí que no sea raro que varios hombres pasen por la misma hamaca de una mujer. Repetir las relaciones sexuales se considera necesario para que una mujer quede embarazada y para que el feto crezca.
Mujeres y niños Huaorani inspeccionando el pelo en busca de piojos. Vince Smith
Los tamil de Malabar, en la India, también creen que el semen de varios varones diferentes contribuyen al desarrollo de un mismo feto.
Entre los barís de Venezuela, estos amantes también tienen responsabilidades paternas, y le tendrán que suministrar parte de sus recursos, su pesca y su caza.
En 1931, el antropólogo Bronislaw Malinowski no dejaba de sorprenderse de esa otra manera que tenían los Trobiandeses de entender el placer sexual.
«Los Trobiandeses se horrorizan de ver cómo los hombres blancos se revuelcan sobre el cuerpo de las mujeres. Un hombre solo eyacula una vez que la mujer conoce un primer orgasmo. La rapidez del acto sexual de los blancos los hacen pasar por idiotas o gente sin educación.» (4)
El actual fotógrafo Eric Lafforgue visitó estas Islas Trobiand, que se encuentran en el Mar de Salomón y son oficialmente parte de Papúa Nueva Guinea. A él también le sorprendió la actitud tolerante hacia el sexo prematrimonial y a los amantes. La sociedad Trobiand es matrilineal, el sistema de descendencia se define por la línea materna. Las chicas aprenden acerca de la anticoncepción muy temprano y la virginidad no tiene ningún valor en absoluto.
«Los isleños Trobiand tienen un enfoque relajado para el sexo antes e incluso después del matrimonio» «A pesar del hecho de que el VIH se propaga rápidamente a través de la población de la isla, el sexo prematrimonial sigue siendo una parte idílica de estilo de vida de los isleños». Lafforgue reconoce que «La educación occidental cambió el punto de vista de algunos isleños, pero no todos ellos». (5)
Eso sí, advertía Malinowski, En las islas Trobriand, un hombre y una mujer a punto de casarse nunca deben tomar una comida juntos. Eso desestabilizaría seriamente la susceptibilidad de un indígena, así como su sentido de la propiedad.»
En las montañas de Yunán (China), los Mo-so (Mosuo) no se casan jamás, y los hijos carecen de padre conocido. Las mujeres permanecen durante toda su vida con sus hermanos y hermanas, cuidando en comunidad a los hijos de cada una. Es, quizá, el legado de una época en la que era frecuente que los padres murieran en guerras, vivieran como nómadas o fueran monjes budistas que habían hecho voto de castidad y, por consiguiente, no iban a reconocer a su descendencia. En ausencia de los hombres, las mujeres recogían las cosechas, daban de comer a las familias e imponían las normas. Por su parte , sus hermanos y tíos maternos visitarán las casas de otras mujeres. «Cuando un galán quiere probar una bella mujer que lo mira, le birla la cesta o el gorro. Si ella se enfada, no hay nada que hacer. Si sonríe, es que está dispuesta.» cuenta el etnólogo chino Cai Hua. Las mujeres reciben ocasionalmente la visita nocturna de estos amantes furtivos en una casa aparte. (6)
«Es para que los chavales nos dejen en paz!», bromeaba un viejo de Madya Pradesh, esta vez al noroeste de la India, señalando a los niños, «¡menudos bichos! Estábamos hartos de sus jaleos, del ruido que armaban. Así que decidimos hacerles una casa» En este lugar, los jóvenes muria son iniciados en la práctica del amor por otros chicos y chicas mayores en una choza comunal llamada «ghotul». (7)
El antropólogo Francesc Bailón cuenta que entre los inuit del Ártico, en el pasado, el mayor índice de abortos naturales de las mujeres venían provocados por los viajes en trineo de perros. Entonces, los hombres en esa situación cedían a su mujer embarazada a su mejor amigo y éste le cedía su mujer que no estaba embarazada, ya que el trabajo de la mujer en las expediciones era esencial: curtía las pieles, preparaba los vestidos, cocinaba, mantenía el hogar caliente… Si esta mujer durante el trayecto quedaba embarazada, se consideraba que el bebé no era del padre biológico sino del adoptivo. En la actualidad, el intercambio es por placer, sexo por sexo, el único requisito es que no te enamores, y tiene que haber un consentimiento de las cuatro partes. Si le preguntamos a una mujer si se intercambia, dirá que no, que lo que hace es intercambiar los hombres. Por eso, si en secreto el hombre continúa con una esposa de otro, lo que hace es matar a su propia esposa si ésta no acepta el intercambio, ya que se considera adulterio. Después, se suicida. De esta manera, evita que la familia de su esposa le acabe matando. Bailón asegura que esto está aceptado socialmente, y de hecho, las autoridades prefieren no meterse en estos temas. (8)
En cuanto al cortejo, no hay nada más diverso en los seres humanos. Entre los miembros de la etnia nuba, habitantes de la zona meridional de Sudán, cada muchacha designa a su compañero levantando la pierna sobre los hombros del elegido. Este no puede mirar, solo guiarse por las sensaciones olfativas que desprende la joven, convenientemente embadurnada de aceites y cremas.
Curiosamente, la antes citada Agnès Agboton cuenta que en Benin, para decir “te quiero” usan una expresión que significa “me gusta tu olor”.
En la tribu de los mendi, de Nueva Guinea, para el cortejo, prefieren el tacto. En su danza amorosa, llamada «tanim het», las parejas de enamorados se frotan mutuamente, cada vez con mayor rapidez. Finalmente, hacen el amor.
Mujeres Kalash. Manalah Madkhan
En el pueblo kalash, en la región de Hindu Kus, al norte de Pakistán, dan prioridad a la palabra: «El lenguaje del pene» como lo llaman. En el solsticio de invierno celebran una fiesta llamada “chaumos”, verdadera orgía verbal para exaltar el amor y la fecundidad. Los hombres se visten de mujeres y viceversa, y de esta guisa y ayudados por el vino, se lanzan todo tipo de obscenidades y provocaciones sexuales. Sólo después del sacrificio de cabras, pueden formarse las parejas por la noche.
En Níger, los jóvenes bororo se basan, como en nuestra sociedad, en la apariencia. Durante la celebración de la fiesta anual llamada «worso», que marca el fin de la estación de lluvias y la renovación de la vegetación, los jóvenes se maquillan profusamente para participar en el “geerewol”, y bailan alineados frente al jurado de mujeres. Mientras bailan, deben lucir lo blanco de sus ojos y su dentadura. Tras el desfile, ellas eligen pareja y se dirigen a los afortunados a consumar el acto sexual. (9)
En nuestra sociedad, amamos los desnudos artísticos en los museos, pero no aceptamos que una mujer enseñe “sus vergüenzas” para dar el pecho a un bebé en público. Por la Ciencia, sabemos que el sexo es algo natural y necesario en nuestra vida, pero no concebimos la sexualidad en colectivos como las personas ancianas o las personas con discapacidad. La industria porno estadounidense superó notablemente a la de la industria cinematográfica de Hollywood, pero nunca, jamás, confesaremos ser cinéfilos de… “eso”.
Portada: The Kiss of Love, George Erws
Referencias
(1) Gwen J. Broude and Sarah J. Greene. Harvard University. “Cross-Cultural Codes on Twenty Sexual Attitudes and Practices.” Enlace.
(2) El País. Blog África no es un país: La leña bajo el pescado, 26 de dicicembre de 2012.
(3) Rival, Laura; Slater, Don y Miller, Daniel. «Sexo y sociabilidad. Etnografías comparativas de objetivación sexual». Reproductividad sensual en el Amazonas: «dos haciendo», sexo entre los huaorani.
(4) Malinowski, Bronislaw. «The Sexual Life of Savages in North-Western Melanesia. An Ethnographic Account of Courtship, Marriage, and Family Life Among the Natives of the Trobriand Islands, British New Guinea»
(5) Daily Mail. Inside words original free love community, 14 de mayo de 2014.
(6) Coler, Ricardo. “El reino de las mujeres.”
(7) Verrier, Elwin. “The Muria and their ghotul”.
(8) Onda Cero. Entrevista a Francesc Bailón, 10 de diciembre de 2012.
(9) «Ritos amorosos en las culturas del mundo», escrito por Maurice Soutif, Nathalie Dray y Pascal Dibie, aparecido en la revista «GEO, una nueva visión del mundo» nª 145 de Feb. 1999.