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Mito | Revista Cultural
Biología 0

El fallido intento de la normalidad

Por Omar R. Regalado Fernández el 19 diciembre, 2015 @mathchaos

O porque la diversidad natural no encaja en lo normal.

  • La creación de categorías para explicar la realidad es una actividad inherente del ser humano, pues gracias a las clasificaciones podemos entender el mundo que nos rodea.
  • Así también nos es posible separar el mundo entre lo normal y lo anormal, pero ¿existen las cosas normales?

En mi experiencia existen dos clases de preguntas que a los biólogos se les hacen rutinariamente: la primera clase es la que involucra las cosas fáciles de abordar, como que alguien quiera saber cómo hacen sus panales las abejas o por qué las cebras tienen rayas; la segunda clase involucra las preguntas cuya respuesta no es la que quieren oír las personas que las hacen, y la más común es cuando se trata de saber si algo es «normal».

Lo que la gente entiende por normalidad es diferente de los términos empleados en estadística y que los científicos utilizan para describir los resultados de sus estudios; sin embargo, existe una conexión semántica entre ambos. Según las Academias de la Lengua Española, la palabra normal tiene tres acepciones: 1. adj. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural. | 2. adj. Que sirve de norma o regla. | 3. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano. En apariencia, las tres acepciones son congruentes entre ellas, pero la diferencia existe aunque sea difícil de explicar, por lo que se antoja establecer como relación válida la de que lo natural es normal.

Intentar entender la normalidad permite a las personas de una sociedad identificar lo familiar de lo extraño. De acuerdo con la primera definición, que un árbol tenga hojas verdes en primavera es normal, mientras que un árbol sin hojas en la misma estación es anormal, y por tanto, podemos enfocar nuestra atención en entender por qué ese árbol no es como pensamos que debería ser en su estado natural.

La segunda definición, la que indica que sirve de norma o regla, es completamente arbitraria; cada sociedad dentro de su propio contexto determina qué comportamientos entran dentro de un código de conducta y cuáles no. Esto es lo que conocemos como un estereotipo. Si un extranjero entra a un restaurante de comida mexicana en la ciudad de Guadalajara, en México, debe entender que el que haya tanto picante en la comida es algo normal en ese país. Así pues, el extranjero creará la regla de que la comida mexicana es picante, estableciendo así un estereotipo sobre la comida mexicana, de modo que si un día consume comida mexicana más dulce que picante, encontrará el asunto bastante anormal, a pesar de que todos los mexicanos vean como normal comer tamales de dulce. Es esta segunda acepción de normal la que produce situaciones de incomodidad emocional personal en los viajeros: el famoso choque cultural. Los estereotipos son, por tanto, constructos cognitivos que nos ayudan a entender nuestra realidad y a identificarla de la realidad de otras sociedades.

La tercera acepción se relaciona con la segunda, en el sentido en que se compara la naturaleza de un fenómeno con ciertas normas fijadas anteriormente por alguien. Esta acepción es la que genera un sentido de discriminación entre la naturaleza normal, es decir, las cosas naturales que encajan en un patrón establecido por una sociedad, y la naturaleza anormal, que no es explicada por el patrón. Por ejemplo, para un mexicano no es normal que nieve en invierno, o que haga demasiado frío, sin embargo, para un británico una Navidad sin nieve es la escena de un paisaje desolador. Esto permitiría a un mexicano entender que algo ha cambiado si de repente nevara en la Ciudad de México, y un británico sospechará lo mismo si en Edimburgo no cae ni un copo de nieve. Sin embargo, que nieve durante el inverno es tan natural como que no nieve, pues ambos fenómenos (cosas) se hallan en un estado natural.

La masa de Saturno y los parámetros de la normalidad

Sin embargo, el término “normal” tiene otro significado cuando es reportado en el contexto de un análisis estadístico de una muestra. Dado que la palabra normal tiene ya una semántica establecida, es difícil simplemente sacarla de esos límites y añadir una definición estadística; por ello, es útil retroceder en el tiempo y entender de dónde surgió este concepto: todo comenzó con Saturno.

Imagen de color natural del planeta SaturnoImagen de color natural del planeta Saturno creado por imágenes una vez que la sonda Cassini comenzó su extendida Misión Equinoccio en julio del 2008 (aunque Saturno alcanzó el equinoccio hasta el 11 de agosto de 2009) | WolfmanSF

A principios del siglo XIX, el matemático francés Pierre Simon Laplace (1749-1827) se interesó en determinar la masa de Saturno utilizando un método que posteriormente se denominaría como teorema de Bayes. El teorema de Bayes fue postulado en 1763 por el filósofo inglés Thomas Bayes (1702-1761), estableciendo lo que se conoce como probabilidad condicional, es decir, determinar la probabilidad de que suceda el fenómeno A dado que ha sucedido el fenómeno B. Sin detallar esto en términos matemáticos, Bayes intentó capturar la noción de que nuestra concepción del estado real del mundo es alterada por la llegada de nueva información (los datos recolectados). Bayes utilizó el término de creencia en aquel entonces, en vez de probabilidad, y la interpretación de la ecuación de su teorema sigue siendo sujeta a debate histórico, dado que su preocupación era la capacidad de calcular probabilidades en juegos de azar y apuestas (las notas al margen proveen ese contexto matemático si el lector lo considera necesario o pertinente)[1].

Curiosamente, Laplace utilizaba el teorema de Bayes entre 1812 y 1816, publicado póstumamente, sin estar consciente del trabajo previo del filósofo inglés. La fórmula que Laplace produjo consideraba como la probabilidad posterior la masa del planeta (Júpiter, Saturno, Urano), dado que se tomaban en cuenta las mediciones de las órbitas y las leyes de la mecánica celestial de Newton; es decir, Laplace intentó determinar la masa probable de Saturno dada la información obtenida desde la Tierra (los movimientos).

Laplace utiliza una constante condensada producto de evaluar cerca de 129 ecuaciones de movimiento, tarea que hizo el astrónomo y antiguo estudiante suyo Alexis Bouvard, a la que nombra z’. Este valor sirvió como una corrección a la posible masa de Saturno, que simplemente por contexto, quedó enunciada como , que utilizando el valor z’ calculado para Saturno por Bouvard, quedaba como . Este valor parece extraño para una masa (pues esperamos leer un valor en miles de millones de kilogramos), pero lo que Laplace calculó es que la masa de Saturno representaba cerca de una tresmilquinientosava parte de la masa del Sol. A esto, determinó la probabilidad de que z’ estuviera dentro de un margen de error. La conclusión sobre este cálculo la realizó Laplace utilizando el lenguaje de los corredores de apuestas: Al aplicarles la fórmula de probabilidad encontré que es una apuesta de 11,000 contra una que el error de este resultado no sea un centésimo de su valor o que su cantidad será cercana a la misma tras un siglo de nuevas observaciones añadidas a las precedentes; de modo que el nuevo resultado no diferirá más de una centésima parte de la del Sr. Bouvard.

Es decir, Laplace calculó la probabilidad de que sus cálculos estuvieran errados. Estos dos modelos permitirían a Carl Friedrich Gauss determinar las condiciones bajo las cuales la determinación del promedio de una medición permite realizar suposiciones acertadas sobre la población a la que se aplica. Aunque ahora utilizamos el promedio casi de manera cotidiana, justificar su uso como algo informativo requirió mucho trabajo teórico en aquél entonces, mismo que hoy queda ensombrecido por la utilidad del promedio. Gauss fue quien introdujo el término de normal para referirse al empleo de ecuaciones ortogonales en vez de lineales. Este modelo para estimar el error utilizaba el promedio y la desviación estándar, siendo la desviación estándar lo alejados que los datos podían estar del promedio.

La distribución normal de eventos al azarLa distribución normal indica que en ciertos eventos al azar, la mayor parte de los datos se acumulará cerca de la media. Esta noción se demuestra en la caja de guisantes (portada), donde la caída al azar de guisantes en una caja tendía a acumular la mayor parte de los guisantes en el centro, validando el uso de la media (promedio) como una medida informativa de una población (el símbolo σ representa la desviación estándar).

Los términos de esta normalidad era que si el valor del promedio (media) se consideraba como igual a 0, el 68% de los datos colectados se encontrarán dentro de una desviación estándar, el 95% de los datos tan lejos del promedio como dos desviaciones estándar, y el 99.7% de los datos tan lejos como tres desviaciones estándar. Si al tomar los datos de una población se cumplían estos requerimientos, entonces se decía que la población estaba distribuida normalmente y entonces era posible realizar conclusiones con el modelo de Gauss. Básicamente, una población normal es aquella donde la mayor parte de los datos se concentra cerca del promedio. Muchos estudios posteriores en diferentes fenómenos naturales han determinado que al medir ciertos parámetros, las muestras con un tamaño lo suficientemente grande terminarán distribuyéndose de manera normal o gaussiana, por lo que se ha empleado como referente en muchos experimentos.

Hasta aquí lo que se quiere decir estadísticamente: la normalidad es una forma de interpretar la posibilidad de estar equivocados durante un muestreo. El cálculo de Laplace fue tan certero, que cien años después difiere por 0.005% del valor verdadero (menos de la centésima parte).

¿Por qué no vuelan los caballos?

Es por eso que podemos decir que la naturaleza puede ser normal o anormal dependiendo del contexto del que se hable. La segunda pregunta incómoda para un biólogo es cuando, al establecer la arbitrariedad del término normal en el lenguaje coloquial, surge la pregunta ¿qué es natural y qué es antinatural? Porque, en efecto, algo antinatural también sería algo anormal dentro del contexto de toda la naturaleza; por ello, es conveniente detenernos a pensar con detenimiento esta idea. Si consideramos que todo lo que puede pasar en la naturaleza terrestre es normal, entonces, todo lo que sea contrario a ese conjunto de sucesos posibles será anormal. La precipitación en la Tierra que consideramos natural y normal es de agua –aún si está mezclada con cualquier otro compuesto, como ácidos, esperamos que haya agua presente-; sin embargo, en Neptuno una tarde lluviosa trae una precipitación de diamantes. Si hubiera tal precipitación en la Tierra, ciertamente será algo anormal en todos los confines de nuestro planeta, pero no sería antinatural, pues en los confines de Neptuno es natural que lluevan diamantes ¿Qué cosas serían antinaturales? Podríamos decir que cualquier cosa que vaya en contra de las posibilidades físicas de la naturaleza.

Un pegaso es antinatural. En la mitología griega, los pegasos son caballos con alas como de ave. Los caballos son vertebrados tetrápodos mamíferos, es decir, animales que tienen una columna vertebral, que además tienen cuatro extremidades y que aparte tienen mamas y pelo: los pegasos son caballos con seis extremidades, dos alas y cuatro patas. Para que los pegasos fueran naturales, un linaje de los caballos debería haber desarrollado la característica de tener seis extremidades en vez de cuatro, y en ese mismo linaje las patas debieron modificarse para producir alas emplumadas que fueran capaces de levantar un equino, puesto que el material disponible para diseñar un pegaso se encuentra en los equinos. Hay cosas que se pueden hacer con un material que no pueden hacerse con otro, y usar un material trae sus respectivas ventajas y desventajas. Así, aunque un pegaso tendría sentido a la luz de que le daría ventajas para explotar nichos que otros mamíferos tetrápodos no pueden, las limitaciones biológicas del linaje de los equinos lo impiden.

La Fama deteniendo a Pegaso, de Eugène Lequesne (1815–1887) en el Palais Garnier, Paris.La Fama deteniendo a Pegaso, de Eugène Lequesne (1815–1887) en el Palais Garnier, Paris | Jastrow

Cuando los zoólogos descubrieron a Elysia viridis, un molusco gasterópodo con la capacidad de realizar fotosíntesis, en el siglo XIX, se planteó la posibilidad de que la fotosíntesis animal no era imposible. Sin embargo, un estudio detallado de Elysia viridis encontró que este animal realizaba fotosíntesis porque había desarrollado un mecanismo que le permitía extraer los cloroplastos que poseían las algas Codium fragile de las que se alimentaba. La fotosíntesis tiene como limitación física que es necesario que exista un pigmento que se asocie a ciertas moléculas, y que esas moléculas estén en el mismo lugar para que entonces puedan convertir la energía de los fotones capturados por el pigmento en energía química fácilmente utilizable. Así que si un animal quiere ser fotosintético, tiene dos maneras de sortear esto: 1) utilizar un pigmento de origen animal que se asocie a moléculas de origen animal en algún lugar del animal para poder absorber la energía de los fotones y canalizarla en algún compuesto químico utilizable por los animales; o 2) conseguir asociarse con bacterias o cloroplastos de algas o plantas, que realizan esa función y conservarlos en sus células para poder realizar fotosíntesis.

Ilustración de Elysia viridisIlustración de Elysia viridis en la monografía de gasterópodos nudibranquios británicos (arriba), por Alder y Hancock (1845-1855) | Notafly

Elysia viridisElysia viridis | Parent Géry

Virtualmente, cualquier cosa que suceda en la naturaleza es natural, o cualquier cosa que pueda suceder dentro de las limitaciones físicas de la naturaleza es natural. Si los seres humanos pensamos que las limitaciones físicas de la naturaleza son tales y tales, y encontramos algo que parece violar esas limitaciones, significa que son los seres humanos los que estaban equivocados respecto a las capacidades de la naturaleza, pero ese «fenómeno transgresor de la naturaleza» no es tal. Si algo sucede en la naturaleza, es natural, por lo que si no sucede, es antinatural.

Jugando un poco más con esta idea sobre qué tan arbitrario es el concepto, podemos decir que muchas de las cosas que imaginamos y que no son naturales, están inspiradas en la naturaleza de alguna forma. E incluso, dado que por ejemplo, los unicornios y los pegasos son invenciones de la imaginación humana, misma que se rige por las propiedades materiales del cerebro, estas ideas son productos de la naturaleza y, por lo tanto, naturales.

¿Es la homosexualidad algo natural o normal?

Hace cinco años ocurrió en la televisión mexicana un escándalo cuando un conductor de un programa matutino realizó comentarios que generaron revuelo en el auditorio y entre conductores de otros programas de la misma televisora. El conductor Estaban Arce, del noticiario Matutino Express, sostuvo, o interrumpió, más adecuadamente, un diálogo sobre la homosexualidad con la sexóloga Elsy Reyes, en el cual se hizo manifiesta una concepción sobre la realidad que tenemos arraigadas las personas y que utilizamos para explicarnos el mundo: la normalidad. Para contextualizar este artículo, reproduzco a continuación la parte inicial del diálogo:

Elsy Reyes: «[Sobre la orientación y la preferencia sexuales]… son dos cosas distintas, y por lo regular son conceptos que se confunden, que no los tenemos muy claros. Entonces, bueno, definámoslos. Una orientación sexual es lo que somos, es nuestra identidad sexual, nacemos con ella, no podemos quitárnosla de ningún modo. Es decir, nosotros nacemos con una orientación definida y clara…

Conductora: «¿Sean hombres o mujeres?»

Elsy Reyes: «Siendo hombres o siendo mujeres.»

Esteban Arce: «Nomás hay de dos ¿no? ¿O qué?»

Conductora: «Sí, pero refiriéndonos a la sexualidad…»

Elsy Reyes: «De hecho, una orientación claramente es ser heterosexual o ser homosexual. La homosexualidad sí es una orientación, definitivamente. No es un trastorno mental, no es un trastorno de la identidad sexual, no es una enfermedad. Ya desde la década de los 70 el DSMIV que es el Manual Diagnóstico Estadístico de Enfermedades Mentales lo sacó de esas categorías porque, sí, hubo un tiempo, bueno, por muchos años, que se consideró un trastorno, un padecimiento psiquiátrico…»

Esteban Arce: «¿Entonces es normal ser homosexual?»

Elsy Reyes: «Pues es una orientación…»

Conductor: «No, no, no… está preguntando…»

Esteban Arce: «¿Se nace? ¿es normal?»

Elsy Reyes: «La palabra normal es bien subjetiva…»

Esteban Arce: «No, bueno, te estoy preguntando, hay cosas que son normales: ser hombre, ser mujer ¿ser homosexual es normal?».

Es aquí donde queda planteada la dirección de la pregunta, pues el conductor quiere saber si la homosexualidad es algo normal dentro del contexto de lo natural, pues no establece ningún otro contexto social, que es lo que Elsy Reyes quiere decir al declarar que la palabra normal es bien subjetiva. Además, el último comentario trae consigo demasiadas implicaciones: 1) implica que una orientación no es algo normal, pues supone romper la dicotomía hombre y mujer; 2) implica que lo estandarizado es que a los hombres les gusten las mujeres y viceversa; 3) que la condición para que algo sea normal es el modo en que se nazca (se nace hombre o se nace mujer).

En este sentido, estableciendo esas tres limitaciones como las fronteras entre las dos categorías, hombre y mujer, se puede juzgar que algo sea normal (encajar en esas categorías) o anormal, y por ende, que se dé el paso hacia asumir lo que es natural y lo que es antinatural. Los seres humanos requerimos la creación de categorías a priori para poder entender la naturaleza: lo que la ciencia busca es entender si la categorización que hemos hecho del mundo nos permite explicar o no la realidad.

Categorías y continuos

Entre los diversos problemas de las sociedades humanas, uno de ellos y que más promueve la discriminación es la creación de categorías. La segregación racial es tal vez la peor de todas las consecuencias de la categorización en la historia de la humanidad. Al querer separar al mundo entre blancos y los demás colores, se forzó a entrar a las personas en una u otra categoría y se les limitaron sus condiciones de vida por esa razón, negando así lo que era obvio a simple vista: el color de la piel es un continuo de cambios, por lo que la separación entre una raza y otra era arbitraria y totalmente imaginaria.

Distribución geográfica de los fototipos humanos en el siglo XXI

Distribución geográfica de los fototipos humanos en el siglo XXI, tras las grandes migraciones de los siglos previos. Se muestra el fototipo más abundante en una escala con límites arbitrarios. En general los fototipos (o color de piel) se clasifican en seis categorías de acuerdo a cómo responden las pieles a la luz ultravioleta | Trad. Undress 006

¿Es así de arbitraria la división entre hombres y mujeres? Los organismos nacen con genitales masculinos o con genitales femeninos; a estas dos categorías se les han asociado constructos sociales que se identifican con los órganos sexuales masculinos y femeninos: comportamientos, formas de vestir, modos de expresión, preferencias sexuales y roles sociales. Esto es lo que crea las dos categorías dentro del concepto de género, los géneros masculino y femenino, de los que los órganos sexuales se vuelven las condicionantes de las demás características.

Al tratarse de un concepto relacional arbitrario dependiente de las particularidades culturales de una sociedad, el género no es una descripción del dimorfismo sexual de los seres humanos. De ese modo, nacer como hombre o nacer como mujer no está necesariamente relacionado con los comportamientos, y definitivamente no lo está con las formas de vestir, ni los modos de expresión, ni las preferencias sexuales, ni los roles sociales. Sin embargo, intentar definir todos estos términos de una manera medible y comparable no había sido posible hasta hace poco.

Determinación del sexo en los seres humanos

Determinación del sexo en los seres humanos

En el estudio liderado por Daphna Joel, de la Universidad de Tel-Aviv y publicado el mes pasado, se puso a prueba la existencia de un cerebro masculino y de uno femenino. La visión clásica sobre el dimorfismo sexual en el cerebro humano establece que la masculinización o feminización del cerebro ocurre durante el desarrollo embrionario y es guiada por la influencia de la testosterona. De ser así, uno esperaría que al analizar la información que se cree dependiente del sexo, se podrían alinear los cerebros en dos grupos separados dentro de una escala continua que iría de cerebros masculinizados a cerebros feminizados. Sin embargo, muchas evidencias recientes apuntan a que los procesos de masculinización y feminización ocurren después de la diferenciación sexual y son por lo tanto independientes del sexo morfofisiológico.

Para este estudio se analizaron diferentes imágenes de resonancia magnética (IRM) de varias bases de datos; la ventaja de las IRM es que permiten evaluar diferentes características simultáneamente en el mismo cerebro. En una primera etapa se intentaron definir ambas categorías, sin embargo al no poder reconocer una categorización que no tuviera superposiciones, se optó por evaluar la existencia de una consistencia interna dentro de los datos, es decir, que a pesar de la variabilidad y desviación de una media, podría ser posible encontrar dos picos: una media masculina y una media femenina. Tras diversos análisis que combinaron diferentes bases de datos, diferentes IRM, diferentes rangos de edades y los resultados del proyecto del conectoma, se concluyó que dentro de todas las muestras existía variabilidad sustancial, lo que quiere decir que las características que se atribuyen a un cerebro femenino pueden con toda seguridad estar en uno que se clasifique como masculino. En muchos de los casos, los cerebros enteramente femeninos y los enteramente masculinos eran más bien la excepción a la regla.

Escala KinseyEscala Kinsey

Esto parece indicar que las diferencias entre los dos géneros corresponden más diferencias ligadas a eventos ambientales y estados de desarrollo. Dentro del mismo cerebro existen regiones que encajan en diferentes lados de la escala masculino-femenina, por lo que no es posible determinar sino que el cerebro humano es un mosaico de estas características que intentamos clasificar ya como femeninas ya como masculinas. Este estudio, por lo tanto, confirma que el nacer con genitales masculinos o femeninos no condiciona la estructura del cerebro.

Algo similar sucede al intentar entender la orientación sexual. Al igual que con las categorías masculino-femenino, se ha preferido por la existencia de dos posibilidades al clasificar las preferencias sexuales de una persona: ya sea heterosexual u homosexual. Con los movimientos en pro de la diversidad sexual que sucedieron hacia finales del siglo XX y que continúan hasta la actualidad, se han generado más categorías: bisexual, transexual, asexual y pansexual, más recientemente. Este surgimiento de diversas categorías quedó predicho desde la década de 1950 cuando un estudio se alzó como parteaguas en los estudios de la diversidad sexual. Dos publicaciones, Comportamiento sexual del hombre (1948) y Comportamiento sexual de la mujer (1953), por el biólogo Alfred C. Kinsey, comenzaron a indagar sobre la verdadera naturaleza sexual del ser humano, que había estado limitada a los confines de la intimidad debido a los contextos sociales.

EpigenéticaEpigenética

Kinsey publicó en sus libros los hallazgos que encontró tras entrevistar confidencialmente a más de 20,000 personas sobre sus hábitos sexuales, que sacaron a flote la gran cantidad de personas que se masturbaban o la temprana edad de la iniciación sexual de muchas otras. Lo más trascendental de los libros fue la propuesta de una escala para definir el comportamiento sexual. Tras haber realizado todas esas entrevistas, determinó que los comportamientos totalmente homosexuales y totalmente heterosexuales eran raros entre las poblaciones de hombres y mujeres, colocando a la mayoría en algún punto entre estos dos extremos. La categoría de bisexual era insuficiente para describir detalladamente las poblaciones, surgiendo una escala de 7 niveles dependiendo del porcentaje de contactos heterosexuales y homosexuales. En el segundo libro publicado en 1953, Kinsey agregó la categoría para asexualidad, para definir a un grupo de personas que no sentían atracción sexual y por lo tanto carecían de contactos sexuales en su historia.

Desde entonces, la biología ha intentado entender la diversidad sexual de los seres humanos para explicar tal variabilidad. Varios estudios con gemelos idénticos y con reconstrucciones genealógicas han demostrado que la orientación sexual es parcialmente genética. En el 2001, por ejemplo, se publicó un estudio que concluyó que las probabilidades de ser homosexual en un hombre aumentan en un 33% conforme más hermanos mayores tengan, fenómeno conocido como efecto del hermano mayor. Aunque bien, este estudio tiene el problema de no proveer una definición para homosexual, asumiendo simplemente la atracción que la persona declaró al momento de la colecta de datos, obscureciendo así el tipo de homosexualidad, sí hubo un análisis que permitió proponer el sistema inmune de la madre comienza a reaccionar contra los antígenos masculinos y altera así el desarrollo del feto. Si bien esta parte fue hipotética, el resultado más sobresaliente de este estudio es que permitió concluir que no existía una relación entre la homosexualidad masculina y la pedofilia.

Las conclusiones de este efecto se limitan, evidentemente, a explicar parcialmente la homosexualidad, pues puede haber familias con hermanos mayores homosexuales o bisexuales, y el resto ser heterosexuales, así como hijos únicos homosexuales. Además de que analiza solamente la homosexualidad en hombres. Muchas otras evidencias han sido acumuladas para saber que la herencia juega un papel fundamental en la orientación sexual de una persona, aunque la hipótesis de un gen gay ha sido descartada como una posible explicación. Un estudio publicado en octubre de este año (Sanders et al., 2015) abrió la puerta a la existencia de una herencia epigenética para la homosexualidad masculina.

La epigenética es un mecanismo de herencia que corresponde a una comunicación entre la descendencia y las condiciones ambientales, pues no involucra al ADN sino a las proteínas que lo compactan y organizan dentro de las células. Estas proteínas permiten regular y controlar la expresión genética mediante el encendido y apagado de los genes, sin necesidad de modificar la información contenida en el ADN. Este tipo de herencia permite sintonizar al nuevo individuo con las posibles condiciones del medio en el que se desarrollará, además de permitirle adaptarse a las condiciones conforme envejece. Cada pieza de información genética (gen) de nuestro genoma está asociada a una proteína, además de estar sujeta a una intensa regulación por otras proteínas que determinan el momento y cantidad de expresión del gen.

En Sanders et al., 2015 se analizó el epigenoma de 37 pares de gemelos idénticos donde uno era homosexual y el otro no, contra 10 pares de gemelos idénticos donde ambos eran homosexuales. Al realizar un algoritmo utilizando las diferencias en las marcas epigenéticas (o modificaciones en las proteínas de regiones específicas del genoma) lograron predecir la orientación sexual de los gemelos en un 67%. El tamaño de la muestra del estudio y varios de los métodos estadísticos han hecho que el mismo sea controversial. Hacen falta más estudios con muestras más grandes, puesto que es bien sabido que las asociaciones estadísticas encontradas en muestras pequeñas se desvanecen o desaparecen cuando incrementan de tamaño. Sin embargo, existe demasiada evidencia genética para decir que tanto la orientación sexual como la determinación del sexo morfofisiológico están sujetas a la herencia genética.

Conclusión

Así pues, para poder concluir este ensayo sobre la normalidad, creo conveniente dar respuesta a las preguntas de Esteban Arce sin que se nos interrumpa para realizar bromas inapropiadas. Esto es importante que se discuta en los medios de comunicación masivos, puesto que por lo que la ciencia puede decirnos, muchas personas se ven forzadas a esconder o disfrazar su verdadera identidad debido a las presiones sociales. Es también importante que la sociedad migre de una dicotomía hombre-mujer para organizar la sociedad, puesto que el destino de una persona no debería ligarse con su sexo. Si bien es cierto que los genitales masculinos y los genitales femeninos traen consigo diferentes imposiciones biológicas, el tipo de cerebro o las preferencias sexuales no vienen incluidas en el paquete, por lo que cualquier ser humano debería ser capaz de desenvolverse en su medio del modo que considere sano para él o ella.

Dejar de asignar roles a los hombres y a las mujeres basados en los genitales es un paso no solo hacia la disminución de los comportamientos sexistas, aunque sí ciertamente de las políticas sexistas, sino también hacia la aceptación de una diversidad sexual más allá de un modelo heterosexual-homosexual. Mucho ruido hay ya en los medios sobre esta generación redefiniendo ese paradigma, al crear nuevas categorías para describirse a sí mismos. En mi experiencia, la ciencia me ha traído mucha automotivación y confianza en ese sentido: la naturaleza no se puede categorizar y las políticas humanas deben comenzar a asimilar esa idea.

Así que: «hay cosas que son normales: ser hombre, ser mujer ¿ser homosexual es normal?».

  1. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural: Sí. La diversidad sexual forma parte del estado natural de un ser humano independientemente de sus genitales.
  2. Que sirve de norma o regla: Sí. Muchos estudios permiten confirmar que los extremos homosexual – heterosexual son casos más bien poco frecuentes; recientemente se demostró lo mismo con los extremos cerebro masculino-cerebro femenino.
  3. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano: No, porque las normas fijadas de antemano no permiten describir la naturaleza humana al categorizar los comportamientos de manera dicotómica. Los roles sociales (comportamientos, aspiraciones, orientaciones sexuales, situación económica o acceso a los recursos públicos) deben ser elegidos enteramente por los individuos que componen una sociedad y no por una condición biológica que, definitivamente, no determina las demás condiciones. La normalidad es un intento fallido para regular el mundo, pero exitoso para ayudarnos a explicarlo.

Portada: Caja de guisantes. Dispositivo ideado por Francis Galton para demostrar el teorema del límite central o la distribución normal | Antoinetav


Para saber más:

  1. Blanchard, R. (2001) Fraternal birth order and the maternal immune hypothesis of male homosexuality. Behav. 40:105–114.
  2. Daphna Joel, Z. Berman, I. Tavor, N. Wexler, O. Gaber, Y. Stein, N. Shefi, J. Pool, S. Urchs, D. S. Margulies, F. Liem, J. Hänggi, L. Jäncke, and Y. Assaf (2015) Sex beyond the genitalia: The human brain mosaic. Proceedings of the National Academy of Sciences. 2015 : 1509654112v1-201509654.
  3. Ngun, T. C., Ghahramani, N., Sánchez, F. J., Bocklandt, S. & Vilain, E. (2011) The genetics of sex differences in brain and behaviour. Neuroendocrinol. 32: 227–246.
  4. Sanders A. R., E. R. Martin, G. W. Beecham, S. Guo, K. Dawood, G. Rieger, J. A. Badner, E. S. Gershon, R. S. Krishnappa, A. B. Kolundzija, J. Duan, P. V. Gejman and J. M. Bailey (2015). Genome-wide scan demonstrates significant linkage for male sexual orientation. Psychological Medicine 45:1379-1388.

[1] La fórmula del teorema de Bayes establece la manera de calcular una probabilidad posterior P(A|B) –la probabilidad de A dado que sucedió B- en términos de las probabilidades conocidas P(A) y P(B), y la verosimilitud P(B|A), es decir, la probabilidad de B dado que sucede A.

¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO?

REGALADO FERNÁNDEZ, OMAR R.: «El fallido intento de la normalidad». Publicado el 19 de diciembre de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.28 – URL: http://revistamito.com/el-fallido-intento-de-la-normalidad/

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Omar R. Regalado Fernández

Biólogo egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente estudia su doctorado en Ciencias de la Tierra en University College London (UCL), Londres (Reino Unido), donde realiza investigaciones sobre dinosaurios. Tiene una pasión muy fuerte por la divulgación de la ciencia, tanto para informar a la población en general, como para motivar a más jóvenes a perseguir una carrera en ciencias.

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© 2019 MITO | REVISTA CULTURAL. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido protegido por derechos de autor. ISSN 2340-7050. NOVIEMBRE 2019.

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