Estoy sentada mirando la inmensidad de mi ser y del tuyo.
Quiero vivir, vivir, vivir,
y no llorar.
Quiero tener la valentía de decir,
decir, decir, cosas
que nos acoplan a los dos.
Decir a quema ropa todo lo que nos concierna directamente al alma
Sacar estrambóticamente los sentimientos difuminados de nuestras carnes rojas
Quiero lamerme los labios y lamerte los labios rebozados en sangría de desamor
Este momento lo disfruto, lo gozo, te amo…
Me gusta verte dormir, escucharte roncar, observar tu imperfección.
Eres tan igual a mí, confuso, incoherente, radical.
Somos uno mismo, una ridiculez que desea andar viva,
Una disertación viva del amor
La vida nos ofrece estar juntos más no la eternidad
Aunque cada uno sea eterno por su lado.
Somos inmensidad, somos mar,
somos lamentación del mundo antiguo
Somos lo que hemos querido ser
Tenemos la dicha de la sazón inaudita de la papa,
Del tomate con ejote
De la chilpalla con aguacate
Somos tú y yo
Enterrados en sabor.
Superficialmente somos una pareja
Pero en economía somos un duopolio
Sin poseer nada poseemos mucho
No dinero, si la canasta básica:
Tortilla y bolillo son nuestro desayuno alterno
y abnegadamente compartido.
Nos sentamos en somnolencia para discutir nuestros planes,
inmersos en la incertidumbre
nos dejamos llorar como nos dejamos reír, nos abrazamos y nadie nos alcanza.
Somos como la luna llena
Estamos unidos aún sin desearlo
Amor no calculado sale, brota de nuestros ojos
Siento nervios cocidos,
pánico con crema diluida en sazón de margaritas disociadas.
Los perros, los gatos,
soplan un aliento a fermento de crisol de sandía
No somos uno, somos dos
Lavamos nuestra ropa junta:
calzones revueltos
sabanas distantes
solventes dispersos,
tendedero repleto.
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Portada: Pequena escultura en terracota: «Pareja» © Patricia Iglesias