Donde el sol no ilumina, más allá, su luz inyecta
El propósito que hace concurrir estas composiciones que, a continuación se comparten, no es otro que el de trasladar el propio sentido implícito de compartir, contenido en la idea de “comprensión” acerca de las relaciones humanas y la receptividad de mensajes, fluctuando en un continuum reflexivo y recíproco dado entre las personas, obviando la superficialidad y cayendo en lo profundo. Un diálogo de visión sobre lo cotidiano y lo extraordinario es lo que se pretende sembrar, tomando como vehículo el lenguaje escrito. La poesía tradicional japonesa es una fiel representante de las cosmovisiones humanas, las preocupaciones que integran el devenir vital, lo bello del mundo, filosofías de vida… Todo ello sin artificios, desnudando toda semántica emocional y visceral, libre de añadidos, en un devenir de palabras sencillo y evocador.
El encuentro de complejidades y de sencillez se hace inminente, nos sobreviene con cada creación literaria que esta poesía cultiva, con cada lectura que tambalea emociones y clichés; todo pregunta y respuesta en sucesión itinerante con un preciosismo que traspasa y acaricia. Llama la atención la capacidad de estas composiciones, en concreto la seleccionada aquí, el “Haiku”, para representar paisajes valiosos sin vendas, disgregados de la complejidad en la forma aunque sí en la elección de contenidos, motivos relacionados con todo lo que sucede entre la vida y la muerte de los seres vivos y su relación con lo material y lo inmaterial. Con la facultad de condensar una importante esencia de sentidos haciendo gala de la brevedad y de lo sugerente en palabras y ritmo.
Con estas consideraciones, pongámonos a leer estos versos, entendiendo su versatilidad en la interpretación, sus múltiples significaciones y las diferentes sensibilidades contextuales y personales del lector. Cada una de las composiciones va acompañada de una pequeña aproximación posible, para facilitar su lectura. El hombre, la naturaleza, la oquedad… Se nos invita a ello, caminemos.
Poemario
“Después de tanto, sigo
en pie: tal la flor seca
del carrizo en la nieve”
Matsuo Basho
“El poeta que pasó por duras jornadas, vicisitudes y peligros, celebra con sencillez su permanencia en la vida: Aún no he muerto. Por comparación interna, se coteja con una flor de carrizo ajada pero aún firme en su planta de origen, no obstante la nevada” (Rodríguez-Izquierdo y Gavala, 2013)
“Toda la paz
en un corcel furioso,
toda la guerra
en el agua de un estanque”
El sustrato inspirador arranca con la idea antagónica de contraponer la paz con el conflicto. Suelen ser, éstos, conceptos de difícil entendimiento, por la complejidad que entraña su sentido y significación en el mundo; de ahí que, nutran la idea poética en un intento de proyectar mediante un discurso sencillo e imbricado aquello que originan, habitualmente, confuso y poco visible. La veleidosidad que despliega este “corcel furioso”, muestra un dinamismo enérgico que eclosiona con el entorno y lo dinamita, es armonía, sosiego, paz. De otro lado, “el agua del estanque” se presenta como símbolo de aparente quietud y, digo “aparente” porque entraña el sentido del agua depositada en un continente corrompido, ésto es, en un lugar triste sumergido, apantanado y atascado, es el lugar del que dimanan la guerra latente y la presente.
“Resplandece la hierba
tras el silbido de la noche
shhhh…
escucha su color”
Colorida y vigorosa imagen para dotar de armonía las resonancias procedentes de la naturaleza. Toma forma la idea en un contexto nocturno, en una pradera, aspirando en su tibieza “la hierba” fresca, mientras “la noche” cobija el terreno. El día le sucede y muestra el bello “color” verde que caracteriza a la hierba que zozobra vital, contagiando en el silencio de la luz matutina, al que escribe. Se alude a una confusión de sentidos, vista y oído momentáneamente contrariados, en aras de clarificar la fuerza de estos extraordinarios y sencillos fenómenos.
“A lo largo del ciprés
su sombra se contonea
con el viento
se mecen, bailan, entonan…”
Probablemente, esta imagen haya sido vista por todos alguna vez en su vida, tal vez en un paraje cerca de una playa, quizás en un bosque. La sombra es siempre compañera de los objetos naturales y artificiales, también lo es del hombre en su intersección entre ambas. Aquí, toman especial relevancia los elementos naturales; el “ciprés” arraigado al terreno, el “viento”, en libertad de elección sobre su dirección y el “sol” que dirige su presencia a través de las nubes y contornea la sombra. Juntos convergen en un universo de timbres y formas abandonadas al movimiento, que se hacen singulares en su lenguaje expresivo y en lo que comunican a quien forma parte de ese paisaje.
“Mi ser es liviano
pluma que se posa sobre papel
celulosa de cielo… Desde allí,
plácido destierro: escribir”
El hálito de vida que supone el acto de “escribir” es lo que se nos comunica. La visualización de ese espacio y tiempo desde donde es posible alumbrar las ideas y forjar creatividad, hacen que el cuerpo deje de pesar y pase a formar parte protagonista de un área etérea “ser liviano” proclive al remanso mental, orientada a facilitar la plasmación en papel “celulosa de cielo” de los sentimientos e historias anidadas. Es un canto a la propia luz inspiradora y generadora de mundos. Un lugar de visita reservado para los que lo buscan, anhelan y sueñan con su búsqueda de sentido.
“No volverá esta montaña
a crecer,
aguarda la visita
de la bóveda celeste”
Se aquilata el fundamento vital en estas palabras, trufadas de magnetismo, entre la tierra, el mundo conocido representado por “la montaña” y el lugar de continuación para quienes espiritualmente creen en él tras el acontecimiento de la muerte, cuyo motivo aquí nos viene dado por “la bóveda celeste”. Asimismo, la muerte es una constante de la incertidumbre humana y, siempre emerge envuelta en un halo de misterio de difícil explicación rozando, en ocasiones recurrentes, lo tenebroso. La idea, en esta composición, es huir de esa visión y esgrimir su esencia a través del preciosismo de lo natural y del calor de lo agradable, facilitando la aparición de sensaciones calmosas en el lector.
Me he tomado la libertad de incluir, sobre esta última composición, otra interpretación posible, distinta a la que le dio origen, que pone de manifiesto la versatilidad de estas sutiles formas tan modestas como brillantes que, subyacen al manejo del lenguaje desde la tradición japonesa. En ella, hay un punto de inflexión, cuando el ser humano, en el cansancio de sus pasos, ante determinadas situaciones aplastantes dice “basta”, motivo por el cual “la montaña no volverá a crecer” y, cómo tras esa huida decisiva, la luz se le revela mediante “la visita de la bóveda terrestre”; constituye un clamor a la esperanza vertida en el que, la revelación del cambio experiencial, se hace manifiesta.
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Referencias
- Basho, M. (2013): Por sendas de Montaña. Editorial Satori.
- Rodríguez Izquierdo, F (1999): El haiku japonés: historia y traducción. Editorial Hiperión