III
“La edición de libros es por naturaleza una industria artesanal (…) y personal; consagrada a su arte, celosa de su autonomía. Si su objetivo primordial fuera el dinero, estas personas habrían elegido otras profesiones (…) Su recompensa es el trabajo en sí y no su valor en metálico”
Jason Epstein, La industria del libro.
Lea la primera parte, aquí
En el inicio, se argüía la particularidad del caso de Carlos George-Nascimento, que puesto en su contexto, resulta una personalidad interesantísima y poco habitual entre sus pares, junto con ser los cimientos de lo que hoy contemplamos como literatura nacional. Es por ello, y dentro de este mismo punto, que la editorial Nascimento tuvo la relevancia que se ganó en la escena nacional por la importancia que le entregó al libro en tanto objeto y por el querer generar un campo literario de escritores chilenos, tanto dentro de Chile como en el extranjero. Ambas premisas fueron, en cierto modo, el leit motiv de la labor editora de Nascimento y todo el reconocimiento de su época y de años posteriores redundó en los aportes que el editor hizo con respecto a estos dos puntos.
Cabe señalar que para la época entre 1930 y 1973, Bernardo Subercaseaux distingue dos paradigmas que guiaron las políticas públicas en torno a la cultura. La idea basal de la época era extender la acción estatal para encontrarla hacia los nuevos sectores de la sociedad. Para aquello entraron en tensión las ideas de democratización y de democracia cultural entre las políticas estatales y los organismos paraestatales: la primera apuntaba a facilitar el acceso a una cultura de “perspectiva ilustrada”, lo que conlleva consigo una lógica de “homogeneidad y uniculturalismo” y que concibe a la ciudadanía como mera receptora de esta egregia cultura. Por otro lado, la democracia cultural apuntaba hacia una “pluralidad de culturas y subculturas, lo que implicaba la participación plena de cada grupo o sector social en la vida cultural”. Es por ello que se “buscó democratizar más las actitudes que las obras”, en donde la ciudadanía es más responsable de crear sus propias expresiones artísticas antes que recibirlas por un gusto social preestablecido.[1]
En el caso de Nascimento, el segundo paradigma corresponde con más fidelidad a la labor llevada a cabo por este lusitano personaje. Si bien el apoyo estatal no fue una de las variables dentro de su realidad, Nascimento le dio cabida y espacio a una forma distinta de cultura existente en el período: esta se alejaba de la prosa europea y estadounidense que hacían proliferar en el país editoriales como Zig-Zag y Ercilla, y más bien proponía a autores chilenos, aspecto extraño para su tiempo, y en gran medida jóvenes, singularidad mayormente extrema. Uno de los casos más emblemáticos dentro de este orden fue el de Pablo Neruda, que siendo un veinteañero nada más, logró publicar en la editorial Nascimento su libro de poemas Crepusculario.
Creemos, en definitiva, que ambos puntos señalados, que le dan el especial interés a la figura de Carlos George-Nascimento, están dentro de la órbita de la democracia cultural, tomada por él más como actitud que como incentivo estatal.
El primero de estos elementos se refiere a la valoración del libro en tanto objeto. En la actualidad, las franjas anaranjadas que enmarcan el título en una tipografía cochin archaic, son un objeto de culto entre libreros y bibliófilos afines al tema; sin ir más lejos, la propia biografía de este editor aparecida hace pocos meses, revive aquella particularidad estética de los libros de Nascimento. Pero lo que hoy es de culto, antes ya era un elemento de sofisticación armónica a la hora de conversar sobre portadas de libros. El historiador Feliú Cruz, amigo del editor, reflejó este aspecto en la década de los sesenta:
“[Eduardo Barrios] Tenía muy buen gusto y el editor era también bastante delicado y exigente. Las ediciones de Nascimento han gozado de fama por la sobriedad, limpieza de la composición, armonía tipográfica y belleza de conjunto. Nunca se ha hecho una exposición de los libros que publicó, y cuando se haga en homenaje a la memoria del editor, que dio vida y personalidad a la literatura chilena, el aspecto estético se valorizará como una de las virtudes de la empresa.”[2]
Por su parte, Roque Esteban Scarpa señala que “su amor a la literatura, ese amor y respeto que nos comunicó, se relevaban en la calidad de sus ediciones, limpias, cuidadas, de un albo y esponjoso papel lleno de silencios donde la palabra cantaba.”[3] Ambos escritores destacan el hecho de combinar armonía, pulcritud y estética dentro de cada ejemplar, dándole aquello un plus valor que va más allá del mero fondo, o contenido, de un libro. Ello responde más bien al encanto que provoca a la mirada, a la primera impresión, a lo que resalta, en este caso, por su sencillez y sobriedad. Esta preocupación le entrega un sello a la editorial, y a la hora de adquirir una edición, la estética del libro es tanto o más importante que el contenido; por ende, no resulta ser un elemento menor ni pasajero. Esta preocupación, supone además, un avance modernizante en la industria editorial, muy lejano al anterior trabajo de la imprenta ocurrido en Chile, que lamentablemente no ha sido considerado en la producción académica correspondiente.
En una segunda parte, tenemos la búsqueda por parte del editor lusitano en crear un escenario propio para los autores nacionales, ya que, injustamente exiliados en su propia tierra, contenían una calidad que merecía mejor tribuna entre los lectores, en las librerías y en las tertulias literarias. Los relatos son muchos, que van desde los agradecimientos hasta los tributos de agradecimientos por la labor realizada, proveniente desde todas las esferas de la sociedad, desde diversas agrupaciones, gremiales y artesanales, hasta personas individualizadas que deben en algo su carrera literaria a Carlos George-Nascimento.
Por ejemplo, la Agrupación de Amigos del Libro declara que “sin ditirambos se puede afirmar que la editorial Nascimento dio el primer impulso a la literatura chilena, porque antes de su fundación los autores naciones permanecían prácticamente inéditos.”[4] Ellos mismos recuerdan la realidad, obtusa por momentos, de los escritores nacionales antes de Nascimento: en el siglo XIX, la constante era la autoedición o la ayuda de algún mecenas que apoyara en la impresión de un libro. Así es cómo “la propia generación del 1900, salvo una que otra excepción, no tuvo quien editara sus obras.”[5] Ello no significa que la oligarquía chilena no tuviera el culto por la lectura; la situación era contraria a esta idea, pero con la diferencia de que gran parte de los libros eran adquiridos desde el extranjero, importados o traídos en uno de los innumerables viajes. La mayor parte de la producción escrita eran ensayos históricos de los más grandes historiadores decimonónicos, lo que no le quitó peso a dos de los más importantes prosistas de este país: Alberto Blest Gana y Baldomero Lillo.
Dentro de esta tradición, Nascimento concebía su labor como “luchar contra la corriente”:
“Me propuse imponer el libro chileno literario como manifestación evidente de la existencia de una literatura chilena. Con algunas contadísimas excepciones, los escritores nacionales no interesaban al público. El público que frecuentaba las librerías era, en general, de formación espiritual puramente francesa, de un refinada cultura. Con algunas excepciones, los autores chilenos no lograban interesar. Ahora observo complacido y lleno de satisfacción, que el mayor cambio en el negocio editorial es la devoción del público por el escritor nacional. Cree en el.”[6]
Esta intención es clarividente desde los primeros títulos de la editorial Nascimento. Pero junto a ello, Nascimento tuvo que ganarse la confianza de los escritores nacionales, y para ellos las cualidades personales del editor fueron suficientes para tal cometido. Feliú Cruz, recordará que “en el trato frecuentísimo de 40 años con Nascimento, no recuerdo absolutamente de nadie que en sus relaciones con el célebre editor, hubiera tenido dificultades, o éste con ellos”[7], siendo la única excepción el caso de Gabriela Mistral.
Y por último, está una actitud que puede ser considerada de premoderna dentro de toda empresa editorial: por momentos, poca importancia le entregaba Nascimento a los réditos económicos que la editorial pudiera ofrecerle, y muchas veces pasó desde la audacia hacia lo temerario. El mismo historiador consignará que “hasta ahora los avisos de Nascimento sobre los libros que edita, son los más anticomerciales que se publican en la prensa.”[8] En cuanto a los libros, se recuerda la moda de los libros cuadrados, exigidos en su momento por Neruda, pero introducidos al final por Nascimento dentro de la industria. El problema radicaba en que por la forma del corte, se perdía mucho papel, pero aún así, los libros cuadrados fueron un hecho. El hijo del editor recodaría años más tarde que “su padre fue el único en editar poesía por mucho tiempo, y muchas veces lo hizo sin importarle si recuperaba la inversión.”[9] Esta, y muchas otras actitudes, generaron una situación favorable entre los autores y el editor, hecho que se comprueba con las tradicionales tertulias de mediodía realizadas en la misma librería de Ahumada, en pleno centro de Santiago.
IV
Concluyendo, las palabras del editor en 1965, para su cumpleaños, son imperativas: “nuestros escritores son grandes escritores en cualquier punto del país. Tienen una materia prima que permite esperar grandes valores para el futuro.”[10] A juicio de él, el objetivo ha sido logrado, y como no si 6000 títulos a su haber no es un número menor. Pero, como Subercaseaux menciona, la industria del libro es un caso de desarrollo frustrado, ya que la explosión no fue más que eso, veloz y pasajera. El Estado no configuró un apoyo real hacia las editoriales, por el contrario, encareció las cargas tributarias del papel, la tinta y las maquinarias. Oscar Téllez, al hacer una radiografía de la editorial Nascimento, constata que “sus máquinas son anticuadas” y “su exportación es reducida”.[11] El real problema de las editoriales chilena era su poca capacidad de competir con el libro importado, que siendo más barato en su precio, era más rentable para la clase media chilena. La particularidad de Nascimento, su real plusvalía ante este escenario, fue apostar por literatura nacional, poco relevante en el período anterior a 1930-1950, pero que tomó rienda suelta a partir del fomento que Nascimento le dio a la literatura nacional. No resulta raro que, precisamente en esta época, se creara el Premio Nacional de Literatura, ni mucho menos que treinta y dos de los treinta cuatro escritores ganadores de este galardón fueron publicados por la editorial Nascimento.
Cierre de la librería y de la editorial Nascimento, 1986.
Por lo tanto, la búsqueda por crear un campo literario nacional fue el factor relevante que entregó Nascimento al desarrollo cultural del país.
Referencias
- Agrupación Amigos del Libro. Don M. Carlos George-Nascimento y su obra. Santiago, Talleres Gráficos Corporación, 1978.
- Catálogo de la sección editorial de Nascimento. Santiago, Editorial Nascimento, Junio 1945.
- Diario La Nación, 10 de octubre de 1951.
- El Diario Ilustrado, 24 de abril de 1965.
- El Mercurio, 23 de febrero de 1986.
- FELIÚ CRUZ, Guillermo. “M. Carlos George-Nascimento. Editor de la literatura chilena”. En FELIU CRUZ, Guillermo. Francisco Encina, historiador. Santiago, Editorial Nascimento, 1967.
- TÉLLEZ, Oscar. La industria editorial en Chile: memoria de prueba. Santiago, Editorial Relámpago, Santiago, 1944.
- Varios Autores. “¡Adiós Nascimento!” Revista ASIMPRES Informa, N°35, Santiago, 1986.
Bibliografía
- AYLWIN, Mariana. Chile en el siglo XX. Santiago, Editorial Planeta, Santiago, 1990.
- CASTRO, Eduardo. Breve historia de la Editorial Universitaria. Santiago, Editorial Universitaria, 1999.
- CHARTIER, Roger. Cultura escrita, literatura e historia. México D.F., FCE, 1999.
- CORREA, Sofía (et. al). Historia del siglo XX chileno. Editorial Sudamericana, Editorial Sudamericana, 2001.
- GARCÍA-DÍAZ, Eugenio. “6000 Títulos publicados, un impacto en el corazón de la literatura chilena”. En Revista Occidente, N° 278, 1978, Santiago, Pp. 49-52.
- HERNÁNDEZ, Rodrigo. “Editorial Nascimento o el esplendor del libro en Chile”. En Revista Derrame. 2001. N°4, Santiago, Pp. 29-33.
- REYES, Felipe. El editor de los chilenos. minimocomún Ediciones, Santiago, 2013.
- SUBERCASEAUX, Bernardo. El libro en Chile (presente y futuro). CENECA-CED, Santiago, 1986.
- SUBERCASEAUX, Bernardo. Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Tomo V, Editorial Universitaria, Santiago, 2007. (Utilizada la versión electrónica descargada desde ideasyculturaenchile.cl)
- SUBERCASEAUX, Bernardo. Historia del libro en chile (Alma y cuerpo). LOM Ediciones, Santiago, 2000.
- SUBERCASEAUX, Bernardo. La industria editorial y el libro en Chile (1930-1984). Ensayo de interpretación de una crisis). CENECA, Santiago, 1984.
- VITALE, Luis. Interpretación marxista de la historia de Chile. Tomo VI, LOM ediciones, Santiago, 1998.
[1] Bernardo Subercaseaux. 2007. Óp. Cit. Pp. 99-100.
[2] Guillermo Feliú Cruz. Óp. Cit. Pág. XXXIX.
[3] Roque Esteban Scarpa. “Carlos Georges Nascimento”. En Varios Autores. Óp. Cit. Pág. 8.
[4] Agrupación Amigos del Libro. Don M. Carlos George-Nascimento y su obra. Santiago, Talleres Gráficos Corporación, 1978. Pág. 9
[5] Ibíd. Pág. 10
[6] Guillermo Feliú Cruz. Óp. Cit. Pág. XLII
[7] Ibíd. Pág. XXXVIII
[8] Ibíd. Pág. XLIII
[9] HERNÁNDEZ, Rodrigo. “Editorial Nascimento o el esplendor del libro en Chile”. En Revista Derrame. 2001. N°4, Santiago, Pág. 31.
[10] El Diario Ilustrado. 21 de abril de 1965.
[11] Oscar Téllez. Óp. Cit. Pág. 15.