Un paseo a lomos del pasado
Es el esplendor de la Roma clásica, el puente hacia una de las fiestas con más fuerza que se presentan actualmente en la cultura gallega.
Por Lorena Mª López Camba
Fuera de nuestras fronteras, lejos de este ilustre homenaje concedido a la ciudad que nos ocupará, existen otras celebraciones análogas que, por su singularidad, honran la fundación de su urbe o la conmemoración del surgimiento de sus propias raíces. Ejemplo de ello, es el denominado “Columbus Day”, que recuerda la llegada de Cristóbal Colón a América, y se produce todos los años el segundo lunes de Octubre (a modo de curiosidad: casualmente esta fecha coincide con el “Día de Acción de Gracias” en Canadá), teniendo lugar grandes desfiles en los que participan miles de personas en la ciudad de Nueva York. Por otra parte, podremos nombrar el festejo de la “Feria de las Flores” de Medellín (Colombia), en la cual se exaltan los valores de Antioquia, extendiéndose durante un total de diez días; o la fiesta de la “Fundación de Caracas”, en la cual se conmemora la instauración del pueblo por el nombre de “Santiago León de Caracas” bajo el mando del capitán español Diego de Lozada, en el año 1567.

Desfile de Cohortes © Alvaro Perez Vilariño
En cuanto a efeméride, enardecimiento, fervor e intensidad, el “Arde Lucus” triunfa a la corta edad de once años en torno al 15 de junio de cada año. Y es que, pese a su pueril existencia, progresa a pasos agigantados en todos los aspectos bajo los que se conforma, ya que la participación aumenta año tras año, llegando a las 550,000 personas en esta última edición (2013), cifra multiplicada considerablemente desde su inicio allá por el año 2002, en la cual la asistencia se relegaba a la tímida cifra de apenas mil individuos.
No sabríamos de construcciones, de teatros, de imperios o de batallas varias, sin el legado de guerreros, legionarios, emperadores y dioses romanos y griegos. Son su arte, su valentía, sus odios, sus iras y sus filosofías. Lo tenemos, lo conservamos y lo cuidamos.
El ser humano es curioso ante las puertas que conducen al pasado, ante todo lo que no conocemos pero sí intuimos, gracias a la extensa cantidad de estudios realizados a lo ancho y largo de lo que vislumbrábamos y ahora poseemos, de lo que queremos saber y sabremos.
Pues bien, ejemplo de homenaje a ese pasado y a su legado, es Lugo (provincia del norte de España, sita en la comunidad autónoma de Galicia). Su muralla romana (2.266 metros, 85 torres y 10 puertas) rodeando la ciudad, nos hace revivir la grandeza del imperio de Augusto (siglo II, A.C – 14 DC).

Muralla de Lugo © Xornal Certo
Eso a primera vista pero… ¿qué se esconde en su interior? ¿cuántos hallazgos quedan por descubrir? ¿qué nos está esperando todavía?. Por ahora, disfrutemos de lo que ya tenemos en nuestras manos, que no es poco. Y entre todo ello, encontramos un acto en el que todo el mundo puede participar.
Se vive, se palpa, se huele, se siente… te encuentras en el “Arde Lucus”.
Ahora se trata de ¿estás en Lugo o en Lucus Augusti?, y la respuesta es sencilla: durante tres días, estamos en Lucus Augusti. Volvemos atrás, nada es ni lo que era ayer ni lo que será cuando pasen estos días, ahora convivimos romanos y celtas (los denominados “castrexos”).
Se trata del mismísimo asentamiento romano que dio la vida a esta ciudad. Dentro de la muralla nada es lo mismo que fuera.
La caracterización es un elemento básico (se ruega no confundir con disfraz). Vístete de romano/a, de gladiador/a, celta… da lo mismo, vas a encontrar un sin fin de trajes válidos para la ocasión en cualquier escaparate de la ciudad. Todo está preparado. No falta detalle.
Los “cohors” (campamentos de legionarios) transmiten la vida que éstos llevaban, y, a su pie, el mercado o “macellum” desprende un olor a incienso difícil de confundir. Aquí paseas entre jabones, coronas de flores, hierbas aromáticas de todo tipo, y una amplia variedad de artículos… tanto te encuentras con galletas artesanas, como con una colección inaudita de anillos confeccionados de diferentes materiales (telas, maderas varias…). El paseo se tercia largo y entretenido. Se garantiza la nulidad total de aburrimiento.
Ahora mira allí, hacia arriba… ¿qué es? ¿de qué se trata?. Una grúa.. sí, una grúa romana de 15 metros de altura, de tronco de castaño y una réplica exacta de las existentes por aquel entonces… con ella se construirían catedrales, por ejemplo, y es capaz de levantar hasta 6 toneladas de peso. Sin duda, todo un portento de la arquitectura romana.

Puesto con comida © Mario Sanchez Prada
No podía ser menos, y la gastronomía está también a pie de calle. Un fino aroma a carne asada se apodera de nuestras glándulas sensoriales y nos encaminamos en la ardua búsqueda de su origen… y sí, nos encontramos con cochinillos y costillas dulces artesanales, entre otros prodigios culinarios. Claro está que si comemos también beberemos. No tendrás sed entre barriles de cerveza y vino.
Incluso las olimpíadas encuentran su lugar, donde niños y mayores hacen sus pinitos acrobáticos ante la atenta mirada del “ya que pasamos por aquí, a ver qué hay…”.
Son días de intenso movimiento, parece que no “da tiempo” a llevar a cabo todo lo que tenemos pensado realizar, nos faltan horas… el día avisa con apagarse y las luces de la noche empiezan a hacer acto de presencia. Ha llegado el momento de la fiesta, de la exaltación, del fuego, de timbales y tambores.

Desfile de tambores © Alvaro Perez Viraliño
No sabemos hasta qué extremo los habitantes de Lucus Augusti se divertían con estos qué haceres, pero lo que sí sabemos, es que llegado el momento se empieza a vislumbrar la realidad.
Ahora se trastocan la cultura y el ocio real. ¿Hasta qué punto la cultura y la tradición se pueden diluir en lo que es la música de los pubs y el botellón? Se trata de retornar a la verdad.
Lo que hemos vivido durante el día, con tantos espectáculos callejeros, gladiadores varios, celtas, ilustres romanos, modas y modelos, olores, perfumes y viñetas paseándose por las calles empedradas, da lugar a lo que hoy, en pleno siglo XXI conocemos por “fiesta”.

Combate de gladiadores © Dani Vr
He aquí la subordinación del acervo romano que se pretende inculcar, hacia la realidad que lo rodea. Tal es, que la costumbre pasa a ser la excusa perfecta para emplear una serie de jornadas en camuflar la rutina del día a día, la cual pasa a ser parte del recuerdo, sin más, una vez el toque de queda nos llama a la práctica de la existencia misma.
El “atrezzo”, adorno sin más preámbulo, que viste sin miramientos edificios, establecimientos comerciales, y al paseante y observante, llegan a ser parte de la vivencia sin el más mínimo pudor. De ello se puede extraer el didacticismo que rodea a tal celebración, pues no es menos cierto que se sustraen diversas fuentes de instrucción y que el conocimiento es inherente a la misma. “Panem et Circenses” rezaba Juvenal (60 D.C.-28 D.C.).